Las personas felices también son sabias, porque alcanzan la felicidad cuando aceptan las cosas como son y las disfrutan, no se dejan llevar por las expectativas de otros, tienen proyectos propios y están ocupados en cumplirlos.
Estas personas pueden amar, pueden trabajar, no se quejan, son responsables, comprometidas y sanas, no tienen diálogo interno ni conflicto porque hacen lo que tienen que hacer y lo que pueden, ayudan a los demás, viven el presente y pueden proyectarse en el futuro.
Solamente las personas felices pueden ser amables con los demás, consideradas y atentas, porque han encontrado el equilibrio, se aceptan y se estiman como son sin pretender parecerse a ninguno ni dejarse influenciar por las modas.
Para ser feliz no se necesita tener cosas, porque la felicidad es un estado de ánimo que no viene de afuera sino de adentro, de la satisfacción interior de sentirse plenos, tranquilos, bien con los demás, queridos y apreciados por todos.
Una persona que está descontenta, que se siente insatisfecha, insegura, que cree que nadie la quiere, que se siente sola y maltratada por los demás, que no se compromete con ningún interés, que depende de otros, que quiere parecerse a sus pares y que se complace en criticar, no puede ser buena y necesariamente tiene que proyectar todo su descontento afuera.
Las personas infelices les echan la culpa a otros de su infelicidad, y de esta manera tratan de acallar su conciencia porque no reconocen su responsabilidad.
Para que el mundo pueda cambiar, tienen que cambiar los seres humanos, porque aún no son muchos los que se sienten verdaderamente felices.
El mundo necesita que todos sean felices, despreocupados pero atentos, risueños pero responsables, alegres pero maduros, firmes pero bondadosos, creativos pero confiables, amistosos pero respetuosos, ocupados pero dispuestos y capaces de ser considerados con el prójimo.
Las personas felices ven el vaso medio lleno y no medio vacío, son optimistas, tienen una visión del mundo como un lugar lleno de posibilidades, pueden creer que hay mucha gente buena y que hay que ayudar a los que cometen errores porque pueden estar enfermos o haber sido víctimas de abusos y atropellos.
La persona resentida y violenta, ve todo mal, es despreciativa, indiferente al dolor de los demás e incapaz de aceptar los méritos de otros. Además de no poder adaptarse, vive una vida miserable llena de problemas, le hace la vida imposible a los que lo rodean y la infelicidad es su estado de ánimo permanente.
Esa persona no puede ser buena, al contrario su maldad hará estragos y se reflejará en cada uno de sus actos.
Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica que gobernó desde 1995 hasta 1999, cumple 94 años.
Durante 27 años fue un preso político por luchar contra la discriminación racial en su país y en el mundo. Sin embargo, cuando quedó libre perdonó a todos sus enemigos y aconsejó a su país a hacer lo mismo.
Encerrado en una pequeña habitación todo ese tiempo, no sólo pudo seguir viviendo normalmente sino que tuvo oportunidad de elevar su conciencia y ver las cosas desde una perspectiva más alta: la reconstrucción del país no podía ser posible si continuaba el rencor y el resentimiento entre blancos y negros.
El perdón fue lo que los unió y lo que permitió que pudieran comenzar una nueva vida todos juntos.
Mandela mostró que un ser humano no necesita casi nada de afuera para ser feliz, porque tiene su mente y sólo es suficiente que tenga algo por que vivir y apasionarse por ello.
Mandela es considerado no sólo un gran hombre sino también un sabio, un ejemplo para la humanidad que todavía vaga a la deriva sin rumbo.
Una persona feliz quiere que también los demás lo sean.
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