Perdonarse y perdonar es una experiencia que armoniza, libera; y mejora la salud física y mental.
El perdón siempre fue un tema de orden religioso o filosófico, pero actualmente la psicología también está investigando la influencia positiva del perdón en la salud y en la sanación. Estudios realizados durante los últimos diez años así lo confirman.
Se estima que el perdón puede evitar desequilibrios cardiovasculares, ayudar a elaborar emocionalmente los duelos y superar los estados depresivos.
Según una encuesta realizada en 2006, a 1715 personas de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, de Argentina, por la doctora en psicología Martina Casullo, investigadora del Conicet; la mayoría considera que es importante perdonar y que las mujeres perdonan más que los hombres.
Para las mujeres perdonar demuestra inteligencia, los hombres, en cambio perdonan para poder olvidar y seguir adelante.
Los que dicen “Dios es el que perdona”, son los que no pueden perdonar.
Para Javier Camacho, doctor en Psicología Clínica de la Universidad de Buenos Aires, y director de la Fundación Foro, donde se enseña y se investiga el área de la salud mental, revela que los investigadores tienen posturas diferentes para definir qué es el perdón. Algunos lo consideran una capacidad, otros una virtud o y otros un aspecto de la personalidad.
El perdón es una actitud, lograda a partir del desarrollo de una alta capacidad de comprensión y flexibilidad.
Camacho explica que para él el perdón es un proceso interior y se refiere más a uno mismo que a la persona responsable del agravio, porque aunque no haya pedido perdón puede ser perdonada para beneficio de la víctima.
Otro estudio realizado en 2005 en la Universidad de Tennessee muestra que las razones para perdonar pueden depender de la relación personal que está en juego, del bienestar psicológico que necesita una persona, de la necesidad de ser también perdonado, de la intención que tenga el agresor de disculparse y también de la creencia religiosa.
Requiere pedir perdón el que transgrede las normas de convivencia o agrede a alguien causándole algún tipo de daño o perjuicio, pero los niveles de tolerancia a la agresión pueden ser distintos y hasta nulos, porque como dependen de la sensibilidad de la víctima se convierten en eventos subjetivos que pueden o no dejar heridas sin cicatrizar.
No pueden pedir perdón los que no aceptan haberse equivocado, ni pueden perdonar los que tienen muy baja su autoestima y poca tolerancia a la crítica.
Más allá del bien que se le hace al que es perdonado, el perdón tiene un efecto más beneficioso en el que perdona, porque lo hace sentirse mejor consigo mismo.
El perdón es una manifestación de grandeza moral que tiene resultados sanadores, porque borra el enojo y el resentimiento, libera de la experiencia traumática y deja un saldo positivo.
No obstante uno puede sinceramente perdonar pero no necesita olvidar ni tampoco reconciliarse con su agresor. Puede seguir viviendo sin rencor y sin la pesada carga del resentimiento pero también sin la necesidad de continuar con ese vínculo.
Perdonar permite dejar el pasado atrás con todo su contenido de personas, de experiencias y de cosas que resultaron perjudiciales y negativas para la víctima y seguir viviendo mejo que antes.
El perdón no implica que no se pueda hacer justicia ni tampoco significa llevar a cabo una venganza, porque perdonar es soltar, dejar ir, abandonar la idea de venganza, y la bronca acumulada.
Las personas que han recibido grandes agravios o abandonos pueden enfermarse gravemente y también pueden curarse si perdonan y dejan atrás todo rencor y resentimiento.
La terapia del perdón puede ser más eficaz que una medicina.
Fuente: LNR; 12/2010; “Desterrar el rencor”; Eduardo Chaktoura.
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