Pelo canoso y escaso, arrugados el rostro y sus manos, descubrió con el paso del tiempo que la juventud se cura con el paso de los años.
Tras su ventana mira y recuerda tiempos pasados, experiencias vividas y amigos que uno a uno se han ido marchando.
Poco queda que hacer pues como a un viejo cacharro, la sociedad le ha olvidado dejándolo en el trastero al que llaman hogar de ancianos.
Su mente le traiciona y abandona de vez en cuando, pero alberga mucho amor en su corazón gastado que ahora late relajado.
Casi un siglo ya ha vivido, solo le falta un año, se ha detenido el tiempo en el temblor de sus manos, y en su cuerpo castigado.
Se prepara para el viaje con el mundo conciliado, no precisa equipaje, deja todo ordenado, en su casa, que es un cuarto.
Y se va tanta experiencia y conocimiento recopilado, que pudiera haber sido útil, si a escucharle, tan siquiera alguien se hubiera dignado.
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