Básicamente, el rumor es un fenómeno social que contamina las conversaciones ociosas y que puede provocar una catarata de agresiones y violencia.
Puede desarrollar su virulencia de boca en boca, pero otras veces son millones las que se enteran y que lo mantienen vivo hasta que se vuelve inoperante y se agota en sí mismo.
En determinados períodos históricos, el rumor suele cristalizarse y convertirse en leyenda.
El rumor de lo que dice la gente les ha interesado a los gobernantes de todas las épocas, desde la antigüedad. Para ello se servían de personas que llamaban “delatoras” quienes eran las encargadas de llevar a oídos de la autoridad máxima, la voz del pueblo.
Los rumores anticipaban, confirmaban o contradecían las sospechas de los gobiernos sobre su gestión y servían para seguir actuando en la misma línea o cambiar de rumbo.
Los “delatores” también se nutrían de sus propias fantasías y aportaban rumores de su propia colección, de modo que el modo en que hoy en día los medios de comunicación difunden algunas noticias, agregándole condimentos que sirvan a ciertos intereses y afecten a otros y que además atraigan la atención del público, parece haber existido desde los albores de la civilización.
El rumor tiene ciertas reglas que hay que respetar para que su dinámica se desate y de resultados satisfactorios.
El origen del fenómeno que se desea difundir debe ser ambiguo, debe ser importante la influencia que produzca en las personas involucradas y debe ser de gran magnitud.
Un rumor destructivo tiene la intención de producir una reacción, la cual puede ser mitigada si se le puede adjudicar a alguien la culpa.
Si esto no se puede hacer porque no hay forma de castigarlo, se suele derivar la venganza sobre una víctima más débil.
El rumor social no se borra fácilmente y la mayoría de las veces sobrevive, convertido en una leyenda histórica.
No olvidemos que el rumor fue el que llevó a Sócrates a la condena de muerte por pervertir a los jóvenes de Atenas e incitarlos a la rebelión; y durante la Edad Media, las guerras religiosas y las Cruzadas, se sostenían mediante historias de milagros.
Los rumores también invadieron la corte papal y la vida privada de los pontífices, tratando de socavar la institución religiosa para instaurar la reforma.
Antes de la existencia de los medios de comunicación masivos, los rumores estaban a cargo de personas que habitualmente se trasladaban de un lugar a otro, nutriéndose la información con sus relatos no siempre fidedignos; y el pregonero urbano daba su versión sobre lo que ocurría.
Solamente la gente prominente recibía las noticias escritas mediante correos privados, cuya fuente tampoco era garantía de privacidad y podía ser la fuente de un rumor.
Todos sabemos que cuanto más se repite un rumor, mayor es la deformación que sufre, porque todos le agregan o quitan algo en función a sus propios intereses, de modo que podemos darnos cuenta de la inexactitud de las noticias que llegaban a sus destinatarios en forma oral, luego de haber pasado por muchas bocas.
Aunque el avance en los medios de comunicación y la rapidez con que se difunden las noticias con imágenes en todo el mundo, parecen imposibilitar la distorsión de la realidad; no es tan así, porque la técnica del rumor también ha evolucionado y la ambigüedad de la información se mantiene, haciendo que muchas personas tengan una visión del mundo basada en noticias infundadas, rumores sin comprobar, trascendidos, suposiciones, mentiras y también muchos inventos.
Fuente: “Psicología del rumor”; Gordon W. Allport, Leo Postman.
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