La seguridad no existe, sin embargo una personalidad firme, capaz de enfrentar los desafíos de la vida, exige seguridad en las propias convicciones.
La inseguridad la transmiten los padres inseguros y miedosos, que tienen la idea de que el mundo es un lugar peligroso y de que la vida es ante todo sufrimiento.
La falta de confianza en sí mismo puede malograr el desarrollo, impedir las relaciones y el logro de los objetivos. Pero lo importante es que se puede cambiar y aprender a sentirse más seguro.
La causa de la inseguridad son los prejuicios, o sea los propios pensamientos que hacen creer que no se cuenta con la suficiente capacidad para hacer lo que se desea; y son estas creencias las que le dan forma al auto concepto, o sea la imagen desvalorizada de sí mismos que no les permite avanzar ni vincularse afectivamente.
Tener confianza en sí mismo significa tomar decisiones basadas en la propia convicción, sin temor a equivocarse; y no necesitar la opinión de otro para hacerlo.
Madres que crían con mucho amor a sus hijos, pero que bajo su sombra, los convierten en personas adultas dependientes e inseguras, con ninguna confianza en sí mismas, se aseguran que sus hijos la necesitarán siempre, que le pedirán su opinión para todo, para elegir su vocación, un trabajo, una amiga, una pareja y hasta para saber qué se ponen.
De esta manera, los hijos aprenden a no confiar en su propio criterio, a no poder elegir nada por sí solos, a no saber qué hacer sin la aprobación de sus madres.
Se crece con la convicción de que los propios pensamientos no sirven para nada, que las ideas acertadas son de otros y que mejor no tomar decisiones sin pedir otra opinión.
El amor desmedido y la sobreprotección pueden ser la causa más importante para la formación de un carácter débil que hace que la persona no esté dispuesta a arriesgarse ni asumir ningún desafío por sí sola.
Los hijos tienen que enfrentar sus propios problemas y aprender a tomar sus propias decisiones, empezando con las más pequeñas, desde que son chicos, hasta las más grandes cuando ya son adultos.
Los niños muy criticados también son muy inseguros y tienen un miedo exagerado a cometer errores. Toda decisión implica llegar a equivocarse, pero el error es una oportunidad de aprendizaje, genera la necesidad de probarse a sí mismo mismo y otorga el coraje de volver a intentarlo y de no abandonar el objetivo.
La responsabilidad no recae totalmente en los padres sobreprotectores, sino también en el hijo, porque todo padre que sobreprotege, necesita un hijo que se deje sobreproteger y que no reaccione cuando le limitan su independencia.
Llega la hora que es necesario que cada uno logre diferenciarse de sus padres, diga sus opiniones, insista en su posición y la defienda con firmeza, sin agresiones ni violencia, pero con seguridad y confianza en sí mismo; porque todos tienen el derecho a equivocarse, de cometer errores, de ser escuchados y comprendidos.
Más grave aún que tener padres sobreprotectores, es tener padres indiferentes o abandónicos, que son aquellos que están ausentes o siempre ocupados y no tienen nunca tiempo para hablar con sus hijos.
El abandono psicológico causa serios problemas de comportamiento y trastornos de personalidad, la persona crece insegura y puede llegar a creer que no merece ser querida, ni escuchada ni cuidada, que sus necesidades no importan y que todo lo que dice no vale nada.
La condición social de marginación social también produce baja autoestima y sentimientos de desvalorización e inseguridad, son personas que tienen dificultades para relacionarse socialmente, no tienen iniciativa, temen hablar y participar en un grupo y se avergüenzan de su forma de ser. De esta manera, vuelven a recrear en el grupo, la relación que tenían en el hogar, convirtiéndose en el blanco de las críticas y las burlas, alimentadas por su condición pasiva que los hace vulnerables a los ataques de sus pares.