El Parlamento holandés discute reformas para que la Corte procese a los curas católicos que han abusado sexualmente de menores. La intención de procesar a estos criminales se acelera después de que la Comisión Deetman publicara un informe sobre los abusos cometidos por clérigos desde 1945 hasta 2010. El reporte genera escándalo en la consternada sociedad holandesa, que manifiesta su sentimiento de repulsión ante los hechos. La peor crisis de la Iglesia católica en Occidente empieza a tocar fondo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las familias holandesas trataban de rehacer sus vidas y no tenían tiempo para sus hijos, por lo que los dejaban en los colegios católicos que proliferaban en el país. El control estatal a las instituciones religiosas era deficiente. “Era un terreno fértil para los abusadores: la fe ciega de las familias, un gobierno ocupado en otros asuntos, gente que entraba al sacerdocio sólo por tener un trabajo y sin tomar en serio sus votos”, dice en conversación con El Espectador Ton Leerschool, una entre las miles de víctimas de curas pederastas, fundador de Survivor’s Voice Europe y miembro de una comisión del Ministerio de Justicia holandés que busca reformar las leyes para procesar a los abusadores.
Leerschool añade que, el hecho de que la Iglesia mantenga en secreto sus políticas y procedimientos, provee un sistema donde los criminales se sienten seguros. Wim Deetman, un democristiano que preside la comisión investigadora, ha dicho que el informe muestra “el silencio de la Conferencia Episcopal y las congregaciones religiosas y el abandono de las víctimas, y que la jerarquía tenía desde 1945 conocimiento del problema de los abusos a menores. Lo sabían”, pero guardaban el secreto.
Los crímenes cometidos en este país, según el reporte, son mayores a los develados en Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Austria, Canadá y Bélgica. Se han identificado cerca de mil curas o miembros de la iglesia que abusaron de menores, dejando un número estimado de 50 mil víctimas, pero que podría ascender a 100 mil.
El informe se basa en entrevistas realizadas a 3 mil personas. Otras 450 no atestiguaron. “No confiaban en la Comisión porque fue iniciada por la Iglesia después de que empezaran a aparecer denuncias. Tenemos que añadir a las víctimas que no hablaron, las que han muerto (por causa natural o suicidio —sabemos que hay un alto número de suicidios de víctimas—) y las que han empezado a abusar (sabemos que son bastantes —estadísticas mundiales muestran que el 10% de los abusados en su infancia se transforman en pedófilos—)”, dice Leerschool.
El abuso sexual por parte de clérigos apareció en los medios holandeses hace 30 años, pero nunca tuvo tanta atención. Hoy, en vista de las proporciones del escándalo, se incrementa la presión para que el Gobierno tome acciones. En el Parlamento se discuten reformas para prescindir de limitaciones legales existentes en estos casos y permitir que la Corte procese a los párrocos abusadores, que hasta ahora no se han sentado en un tribunal.
En palabras de Leerschool, quien participa activamente en el Parlamento, “hasta hace poco no había una mayoría para apoyar el cambio de ley. Pero ahora no hay un partido que no esté dispuesto a votar por una sanción drástica contra la Iglesia. Si esta ley pasa, sería la primera vez en el mundo que se toma una medida semejante, y podría imitarse en el resto de Europa, o incluso más allá. Vienen decisiones legales revolucionarias”.
Para el holandés, el informe constituye un “último soplido, un golpe matador” a la Iglesia en Occidente, que vive su peor crisis. Cuenta que en Holanda las iglesias se están cerrando y la gente no muestra interés en entrar a los oficios religiosos. “En los años venideros estarán reducidos a una minoría insignificante. Sin embargo, y que esto sirva como advertencia, la Iglesia incrementa sus actividades en países menos desarrollados de Suramérica, África y el sureste de Asia”.
La única solución para eliminar los abusos de clérigos, opina Leerschool, es la secularización mundial, la segregación mundial del poder y la religión, el reforzamiento de los controles gubernamentales en instituciones religiosas. O, aún mejor, la remoción de colegios católicos, hospitales e instituciones y la implementación de estos procedimientos como gubernamentales. “El aislamiento del Estado del Vaticano, su exclusión de la ONU y de otras instancias internacionales serían algunas medidas. Finalmente, el derecho a ser un país se los dio Mussolini, un dictador con quien ya nadie quiere tener nada que ver”.