Atendió a una señora en estado avanzado de gravidez, completamente decidida a entregar a su bebé después de nacer, porque de ningún modo y por ninguna circunstancia quería quedarse con su hijo.
En estos casos, el bebé es separado de la madre ni bien nace, sin que tenga oportunidad de verlo, y es entregado a los padres adoptivos sin que la madre sepa su destino.
Para realizar el experimento, el ginecólogo, después del parto, le dijo a la madre que no había encontrado todavía padres adoptivos adecuados según sus deseos, por lo que debía quedarse con su hijo unos pocos días más.
El bebé permaneció junto a su madre más horas de lo que habitualmente se procedía en esa época en las clínicas y su madre tuvo oportunidad de acariciarlo, tocarlo y mirarlo a los ojos.
Cuatro días después, el profesor entró a la habitación de esta señora, para informarle que ya habían llegado los padres adoptivos perfectos para su hijo. Sin embargo, ocurrió algo inesperado, la madre del niño se negó rotundamente a entregarlo.
No obstante, este médico continuó observando con discreción la conducta de esta señora durante seis años, pudiendo confirmar el profundo amor que continuaba sintiendo por su hijo.
Este milagro de la naturaleza en el reino animal tiene un efecto más profundo en los humanos formando un lazo espiritual sólido entre madre e hijo.
Una vez despertado el instinto maternal, permanece firme mucho tiempo, siempre orientado hacia el bienestar del hijo, tanto en los seres humanos como en los animales.
Esto no significa que el amor maternal humano sea exactamente igual al de los animales, pero sí tienen poder sobre los seres humanos las fuerzas instintivas que provocan en los animales sentimientos de fidelidad y dedicación hacia sus crías.
En los humanos influyen sobre los instintos los valores éticos, combinándose las fuerzas anímicas y espirituales con lo puramente instintivo.
Hace más de cuarenta años, los niños prematuros eran colocados en incubadoras inmediatamente después de nacer en condiciones controladas de extremo confort, pero sin que la madre tuviera oportunidad de establecer el mínimo contacto con su hijo.
Las fuerzas morales son las que diferencian el amor maternal humano del de los animales, sin embargo no alcanzan si no se ha establecido el vínculo madre hijo al nacer, para hacer de ese niño un adulto física y psicológicamente sano.
Fuente: “Calor de Hogar”; Vitus B. Dröscher.