Según Stan Dehaene, existe también un sentido numérico, o sea una forma de matemática instintiva elemental, que permite reconocer nociones de medidas aproximadas, como lo mucho, lo poco o lo bastante, o sea una matemática en el espacio con un abordaje más geométrico.
Esta predisposición permite pasar de esa matemática intuitiva a la formal, como lo son las operaciones de multiplicaciones, divisiones, sumas y restas.
Ghislaine Dehaene-Lambertz, investigadora de la Unidad de Neuroimágenes Cognitivas del Inserm, en París, resalta la perseverancia para hablar y caminar.
Los chicos aprenden más que los adultos, pero aunque es cierto que el cerebro de un adulto se vuelve menos plástico, nunca deja de serlo. Un adulto es más renuente a cambiar pero esto no quiere decir que pueda aprender menos.
Un niño tiene una mayor motivación para aprender y puede concentrar todos sus esfuerzos en esa actividad sin menos distracciones.
Actualmente se considera, lo que ya intuyó Freud en su época, que el sueño es un proceso activo, cuyos distintos ciclos tienen propiedades fisiológicas, farmacológicas y fenomenológicas muy diferentes.
El resultado de todo este proceso es que uno se despierta habiendo descubierto durante el sueño cuestiones que eran desconocidas antes de dormirse.
La falta de sueño es un obstáculo para el aprendizaje y además, no todos tienen el mismo ritmo de sueño y vigilia, característica que habría que respetar en lugar de juzgar.
No recordamos todo lo que aprendemos y eso no quiere decir que hemos fracasado en nuestro proceso educativo, porque siempre queda una estructura de aprendizaje que cuando se necesita hace que no sea lo mismo que partir de la nada sino que se puede partir de algo ya construido.
Todavía no se sabe con exactitud cuándo está preparado un niño para aprender a leer y escribir. Existen varias investigaciones que colocan a esta etapa recién cuando terminan segundo grado, por esa razón se considera el primero y segundo grado como una unidad pedagógica.
La neurociencia tiene una idea que se ajusta adecuadamente a la educación, que es saber lo que se sabe, o sea tener conciencia de lo que se conoce, porque esto permite manipular el conocimiento, trasladarlo, generalizarlo, flexibilizarlo y utilizarlo en otros contextos.
Un niño sabe lo que sabe cuando puede enseñar lo que ha aprendido.
Fuente: “LNR”; “El arte de aprender”; Emilse Pizarro.