LA TERCERA EDAD
He decidido que la tercera edad, es un regalo.
Probablemente por primera vez en mi vida, es ahora cuando soy la persona que siempre quise ser.
A
veces me desespera mi cuerpo, los achaques de la edad, el cabello
blanco, la piel arrugada y reconozco que con frecuencia me sorprende esa
persona que veo reflejada en mi espejo, pero aunque me veo cada día más
viejo, no me echo a llorar.
Al envejecer me he vuelto más amable y menos crítico conmigo y los demás.
Me he dado cuenta de que tengo más amigos.
He
visto a muchos seres queridos partir de este mundo antes de entender la
libertad que proporciona la vejez, será por eso que ahora me siento con
derecho a comer de más y a ser un poco más desordenado y extravagante.
¿A
quién le importa si me dan ganas de leer o jugar en la computadora
hasta las cuatro de la mañana y luego dormir hasta el mediodía?…
O
si bailo con los brazos cruzados esas maravillosas melodías de los años
sesenta mientras rueda por mi mejilla una lágrima por un amor que creía
olvidado…
O si recorro la playa en traje de baño y me zambullo en las olas a pesar de las miradas de las jovencitas…
Ellas también, si Dios se lo permite, estarán algún día atravesando esta etapa de la vida.
Me
he vuelto olvidadizo y me doy cuenta de que en la vejez, es más lo que
olvidamos que lo que recordamos, pero gracias a Dios me las arreglo para
no olvidar lo verdaderamente importante.
A través de los años mi corazón se ha partido muchas veces por la pérdida de un ser querido o por ver sufrir a uno de mis hijos.
Pero también sé, que las cicatrices del corazón son las que nos dan entereza, ánimo y fortaleza.
Dios
me ha bendecido con una vida lo suficientemente larga como para ver mis
canas y para darme cuenta de que llegar a esta etapa no es tan malo
como quizás pensamos cuando somos jóvenes.
Si sabemos aprovechar el
poco tiempo que nos queda, cada día puede tener algo especial y además
ya no tenemos esos compromisos rutinarios que nos impedían disfrutar de
un amanecer o el canto de los pájaros.
“Por eso, mientras esté aquí, no voy a perder el tiempo lamentándome por quien pude haber sido o por lo que no pude hacer.
Seguiré disfrutando, cada día y cada minuto, como si fueran los últimos”