Cerrar las heridas abiertas de los recuerdos
Reconciliarnos con nuestro pasado, con aquello que sucedió y que a veces de forma constante tanto revisamos, con los errores que cometimos o que otros realizaron, con las cosas que pensamos que debíamos haber hecho y no hicimos, justamente reconciliarnos con todo esto que hemos nombrado, y que tanto nos cuesta, es lo que nos permitirá sentirnos bien con nosotros mismos y con quienes nos rodean.
Sabemos que cuando algo ha sucedido atrás en el tiempo, por más que deseemos cambiarlo, no podemos regresar a ese momento, pero sí que podemos recordarlo. Con nuestro pensamiento, podemos evocar cualquier instante pasado de nuestras vidas y traerlo al presente.
Las heridas abiertas de los recuerdosCuando comenzamos a pensar en lo que pasó, somos capaces de reactivar los momentos vividos y ser capaces de experimentar la misma sensación que tuvimos. Si recordamos una situación agradable, experimentaremos un sentimiento placentero, y si recordamos una situación desagradable sentiremos el mismo malestar anterior.
Así, a lo largo de nuestra vida, solemos transitar por los caminos de los recuerdos, recordando una y otra vez las mismas cosas con similares secuencias de pensamientos. Comenzamos en el mismo lugar, activamos el mismo circuito, recorriendo el mismo o parecido sendero, encontrándonos de forma continua con los mismos pensamientos y los mismos sentimientos que un día tuvimos.
Los recuerdos que nos duelen son como heridas abiertas que no cicatrizaron, que vuelven a sangrar cada vez que nos detenemos a pensar en ellas. Incluso, no importa la cantidad de veces que recordemos lo que sucedió, si nuestro recuerdo es el mismo, ya que sentiremos igual. Cuantas más veces pasemos por el mismo lugar, construiremos una huella mental mucho más profunda.
¿Qué hacer con los recuerdos que nos causan malestar?Muchas personas pueden creer que tratar de olvidar o evitar un recuerdo es la forma de evitar el sufrimiento pero negar o alejarse de una situación dolorosa en lugar de resolverla, tan solo nos alivia el sufrimiento de forma transitoria, garantizándonos a largo plazo también su permanencia.
Quizá una sugerencia más certera sea comenzar a buscar un nuevo enfoque hacia lo sucedido, es decir, detenernos en ese recuerdo que tan atados nos tiene con sus cuerdas, observarlo, y decidirnos a buscar una nueva forma de pensar sobre lo sucedido. Cambiar el ángulo de visión para no seguir pensando de la misma forma ni tener los mismos sentimientos.
Tenemos que tomar cada una de esas heridas abiertas y comenzar a cerrarlas, teniendo en cuenta que el proceso de cura ocasiona cierta molestia, pero que finalmente cuando esta herida se cierra, el sufrimiento desaparece. Con ello, conseguiremos recordar con detalles cada momento doloroso de nuestra historia sin experimentar el malestar que nos ocasionaba.
Este proceso del que hablamos, comienza por aceptar que aquello que nos sucedió ocurrió exactamente de la manera como fue, además de aceptar que no podemos cambiarlo, aunque sea eso ciertamente lo que queramos. Así, podemos descomponer lo ocurrido en tres momentos diferentes: un momento previo al suceso, el suceso mismo y el resultado de éste.
Y, ¿qué hacemos por regla general? Justamente dirigirnos al momento previo del suceso con nuestro pensamiento, y originar mil y una formas de modificar lo que ya sucedió, ya sea referido a nosotros, ya sea referido a los otros o al ambiente. Introduciéndonos en una zona de peligro, porque intentamos cambiar algo que nunca podremos modificar. Y es en esta situación, cuando comienzan a abordarnos sentimientos de culpa, tristeza, dolor, etc.
Por lo tanto, tendremos que salir de esta trampa mental que nos hacemos, e intentar cambiar la manera que tenemos de encarar la situación. Es decir, cambiar la manera de ver y de interpretar lo que nos ocurrió.
Pero, ¿Cómo comenzar a resolver una situación desagradable?Como ya dijimos anteriormente, reconociendo lo que pasó. Aceptar que lo ocurrido pasó de la manera que pasó y no de aquella forma que nos hubiese gustado: estando de acuerdo en que aceptar es no oponerse a lo que ocurrió, no significando resignación, conformidad o tolerancia. Para ello, tenemos que eliminar de nuestro diálogo, tanto interno como externo, las reformulaciones que incluyen los famosos “deberías”, “si hubiera sido”, “si hubiese hecho”, “si no hubiera pasado”, etc.
Además, sirve de ayuda preguntarnos a nosotros mismos algunas cuestiones como: ¿Puedo cambiar lo que sucedió?, ¿Podría haber sido de otra manera en las mismas circunstancias?, etc. para entender que no podemos controlar ni manipular todo lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí nuestros pensamientos, pudiendo ser arbitrarios en la manera que tenemos de pensar. Siendo lo importante por lo tanto, no lo que pasó, sino lo que hacemos con lo que pasó.
Así, si logramos dejar de comparar lo que queríamos que hubiese sucedido con lo que realmente sucedió, gran parte de nuestros malestares comenzarán a desaparecer.
Recuerden, no hay que luchar contra los hechos sino con los pensamientos que tenemos sobre ellos. Cuando dejemos de insistir en intentar cambiar lo inmodificable, el malestar comenzará a desaparecer.
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