Oviedo (EFE).- El jurado del premio Príncipe de Asturias de las Letras ha concedido el galardón a Antonio Muñoz Molina.
El escritor andaluz (Úbeda, 1956) ha sido reconocido con el premio al que optaban dieciocho candidaturas de once países, entre ellas la del también español Luis Goytisolo, el irlandés John Banville o el japonés Haruki Murakami.
Muñoz Molina, académico de la Lengua, es autor de obras como El invierno en Lisboa (1987), con la que al año siguiente recibió los Premios Nacional de Narrativa y la Crítica; El jinete polaco, Premios Planeta y Nacional de Narrativa en 1991 y 1992, respectivamente; o Plenilunio (1997), que obtuvo en 1998 el Premio Fémina a la mejor novela extranjera.
Autor también de colecciones de relatos -Historia de detectives y Escritores y sus ciudades, ambas en 1998-, abrió el nuevo milenio con la novela Sefarad (2001), a la que siguieron En ausencia de Blanca (2003), Ventanas de Manhattan (2004), El viento de la Luna (2006), La noche de los tiempos (2009) y las recopilaciones de cuentos Nada del otro mundo (2011) y de artículos El Robinson urbano (2012, versión que amplía la de 1984).
Elegido académico de la Lengua el 8 de junio de 1995, Muñoz Molina ingresó en la institución el 16 de junio de 1996 para ocupar el sillón "u" con un discurso dedicado al literato español de origen francés Max Aub.
Entre 2004 y 2006 dirigió el Instituto Cervantes en Nueva York, ciudad que le inspiró sus Ventanas de Manhattan (2004), con el trasfondo de los atentados del 11-S y que le valió el I Premio Quijote de Literatura en 2005.
Está casado en segundas nupcias con la escritora y articulista Elvira Lindo, autora del personaje radiofónico y literario Manolito Gafotas, convertido también en serie de televisión.
En los últimos años han sido distinguidos con este galardón el novelista estadounidense Philip Roth (2012); el poeta y cantante canadiense Leonard Cohen (2011); el escritor libanés Amin Maalouf (2010); el narrador, ensayista y poeta albanés Ismaíl Kadaré (2009), y la escritora canadiense Margaret Atwood (2008).
Los premios Príncipe de Asturias están dotados, cada uno de ellos, con una escultura de Joan Miró -símbolo representativo del galardón-, 50.000 euros, un diploma y una insignia.
Un gran novelista y un hombre comprometido con su tiempo
Muy crítico con los fanatismos y los totalitarismos, Muñoz Molina ha sabido reflejar en su obra "la libertad del individuo en la sociedad" y le ha dado voz en algunas de sus novelas a "los oprimidos, los desplazados y los perseguidos", como le reconoció el jurado del Premio Jerusalén, que le concedieron el pasado enero.
El escritor recibió presiones para que rechazara el galardón por organizaciones propalestinas y algunos intelectuales, pero él decidió acudir a Jerusalén a recogerlo por considerar "profundamente injusto" boicotear a un país con una sociedad "abierta y tan plural" como la israelí y en la que hay "posiciones de defensa de los derechos de los palestinos", afirmaba en una entrevista con Efe.
Su visión sobre los totalitarismos del siglo XX quedó patente en su novela Sefarad, publicada por Alfaguara en 2000 y reeditada en 2009 por Seix Barral, el sello que en los últimos años ha publicado a este gran escritor.
En Sefarad, una obra maestra en opinión de críticos españoles y extranjeros, Muñoz Molina traza el mapa de todos los exilios posibles y rescata la vida de víctimas del holocausto nazi y del estalinismo, en un intento de contrarrestar "la gran injusticia que supone olvidar a quienes perdieron la humanidad" a causa de esos sistemas.
Esa preocupación suya por los totalitarismos le ha llevado en más de una ocasión a decir que ningún país está libre de que se repitan tragedias como la del holocausto nazi. La democracia tiene que ser enseñada a diario, y "la barbarie puede suceder en cualquier momento", según el escritor, que vive entre Nueva York y Madrid.
Perteneciente a una familia de campesinos, Muñoz Molina estudió Historia del Arte en la Universidad de Granada y, en sus primeros tiempos, alternó su trabajo como funcionario en esta ciudad con sus artículos en prensa que reuniría en los libros El Robinsón urbano y Diario del Nautilus.
"La literatura es un alimento tan sencillo como el pan y el agua, y un exceso de intelectualización la convierte en algo horrendo", le dijo en otra ocasión a Efe este escritor que, por muy sólida que sea su carrera, se sigue considerando "un principiante" cada vez que comienza una novela.
Y prefiere no tener demasiadas seguridades en ese "extraño oficio" que es el de la literatura y en el que la maestría, "si llega, tiene mucho de hallazgo y de azar".
Cada vez que termina un libro tiene "la sensación de haber escapado, y de haberlo escrito para corregir o incluso desmentir el anterior", afirmaba en 2009 en unas jornadas organizadas por la Fundación Santillana.
A sus 57 años, Muñoz Molina se ha convertido hoy en el escritor más joven en ganar el Premio Príncipe de Asturias, y lo ha merecido, según el jurado, por "la hondura y brillantez con que ha narrado fragmentos relevantes de la historia de su país, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal".
Y lo ha ganado también por asumir "admirablemente" la condición del intelectual comprometido con su tiempo.
A esta última faceta pertenecen, por ejemplo, las críticas que durante años formuló contra el terrorismo de ETA, o las que dedica con cierta frecuencia a la clase política, "cuyo desprestigio a nadie se debe más que a ella" y "cuyo interés está en perpetuarse, en aumentar su poder y su riqueza, y en servir a sus amos, que son los dueños del dinero, los que mandan de verdad", dijo a Efe cuando se publicó Todo lo que era sólido.