El tercer síntoma de la muerte
de nuestros sueños es la paz.
La vida pasa a ser una tarde de domingo,
sin pedirnos cosas
importantes y sin exigirnos más de lo que
queremos dar.
Pero, en verdad, en lo íntimo de nuestro
corazón, sabemos
que lo que ocurrió fué que renunciamos a
luchar por nuestros sueños.