La Sinestesia : Ver sonidos, escuchar colores y saborear objetos
Imagina que acaricias un gato y, mientras tanto, percibes el sabor del caramelo en tu boca. O que escuchas una sinfonía de Beethoven y comienzas a ver todo de color azul. O bueno, no es que te lo imaginas: es que de verdad te sabe a caramelo y estás viendo el color azul.
Ese es el sorprendente mundo de quienes tienen sinestesia. La sinestesia es una combinación de los sentidos. Consiste en experimentar sensaciones provenientes de diferentes sentidos a la vez ante un sólo acto perceptivo. Por ejemplo: los sinestésicos pueden ver los sonidos, tocar una superficie suave y sentir un sabor dulce, u oler un color.
No es una mera asociación o que “les parece” ver, oír o saborear algo: es que de verdad lo sienten. Incluso, cuando una persona pierde uno de los sentidos, la sinestesia puede seguir presentándose. Una persona que oye colores, por ejemplo, puede seguirlos viendo aunque esté completamente ciega.
Todas estas percepciones son involuntarias, así como cuando miramos una pared blanca, la seguimos viendo blanca querramos o no. Es algo totalmente espontáneo, que no se puede controlar, y que ha fascinado por años tanto a científicos como a artistas. En cuanto al arte, esta amalgama de los sentidos ha mezclado las paletas de pintores, los sonetos de poetas y los pentagramas de músicos. Por ejemplo, el pintor impresionista Kandinsky veía colores al escuchar música y pintaba sinfonías, o el poeta simbolista Rimbaud escribía poesía con correspondencia entre las vocales y los colores. Es esta, por cierto, la clase de sinestesia más común: el asociar letras o números con un color en específico.
A quienes experimentan este fenómeno, se puede decir que, literalmente, “se les cruzan los cables”. Según estudios científicos, la sinestesia se origina cuando hay una actividad cruzada entre las partes del cerebro que se encargan de procesar los sentidos. Esta condición puede ser genética, presentarse durante el desarrollo fetal, o darse como consecuencia del uso de drogas como el LSD, hongos u otras sustancias psicodélicas. También se presenta en autistas y en personas que padecen algún tipo de epilepsia. Durante la depresión, los sinestésicos experimentan estas sensaciones con mayor intensidad.
Se calcula que una de cada dos mil personas presenta esta condición de forma aguda, y una entre cada veinte de forma leve, pero aún no se han encontrado datos precisos por una simple razón: quienes la experimentan no se dan cuenta, incluso por años, porque para ellos esa es su forma de percibir el entorno y es, hasta que comparten sus percepciones, que se percatan de que lo viven en forma distinta (como me sucedió a mí personalmente, mientras escribía este artículo).
La sinestesia no es una enfermedad, ni un trastorno, es tan sólo una manera peculiar de degustar el mundo. Algunos estudios señalan que incluso trae beneficios en cuanto a creatividad o a memoria se refiere de modo que, si la tienes, saborea los sonidos, disfruta de cómo se mira ese aroma y acaricia los colores a tu alrededor con la mano.
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