¡Cuidado! ¡adolescentes!
¡Qué horror! En casa hay un adolescente. Ese tierno y dulce niño que buscaba nuestro cariño y que nos contaba todo entre risas se ha convertido de pronto en un ser imprevisible y extraño que nos hace gritar... un poco más de la cuenta.
Aunque se hable de la adolescencia como una etapa social separándola de la biológica pubertad, lo cierto es que los tópicos sobre ella responden casi al cien por cien a una evolución natural y puramente corporal. Nos podemos empeñar en darle un toque romántico o una explicación psicoanalítica, pero la verdad es que somos animales, qué le vamos a hacer.
El cuerpo empieza a cambiar y las hormonas hacen de las suyas, desequilibrando emocionalmente. Esto explica las risas desaforadas y los llantos de la víctimas de las injusticias en que se convierten los adolescentes. Miles de hormonas sexuales empiezan a dar otra forma a un cuerpo antes infantil: vello por todos lados, órganos genitales que se abultan, los pechos crecen, la cintura se estrecha... el cuerpo se empeña en tomar una forma adulta de la noche a la mañana. No es raro verlos andar desgarbados, luchando entre lucirse y esconderse, sin conocer bien sus propias dimensiones nuevas. Y algo más: con tanto cambio, la necesidad de dormir supera a cualquier otra. Así que nuestro niño, tan dado a ayudarnos hasta hace muy poco, ahora gruñe y se tira en el sofá dejando pasar las horas sin hacer nada.
Pero... ¡ay, si sólo fuera eso! A la revolución hormonal y el cambio físico, se le une que el cerebro aún no está del todo desarrollado. La corteza prefrontal, zona en la que se centra todo lo relacionado con la atención selectiva, la planificación y la inhibición de comportamientos de riesgo, aún no ha terminado de madurar. Al contrario de lo que sucede en el circuito mesolímbico, el lugar donde se siente el placer, que se encuentra tremendamente activado. ¡Dios mío! No somos capaces de ver más allá del día de mañana y sin embargo estamos preprogramados para buscar novedades, para arriesgarnos y no tener cuidado ¡en la adolescencia!
¿Y ahí queda todo? No, ni mucho menos, en nuestra sociedad se entra en el periodo de la adolescencia cuando se empiezan los estudios superiores: la ESO, bachilleratos o ciclos formativos: estudiar, preparar exámenes, entregar trabajos a tiempo... En suma, definir lo que va a ser la vida, tomar un camino u otro.
¿Y qué hacemos los adultos para ayudarlos en todo este fantástico viaje que es la adolescencia? Hay una cosa que ayuda, pero que no está en nuestras manos: una pubertad tardía permite que la dichosa corteza prefrontal madure a la vez que se produce la revolución hormonal y eso es una ventaja. Pero bueno, eso viene marcado genéticamente, así que ahí en poco podemos intervenir.
¿Cómo los acompañamos entonces para superar esta etapa de la adolescencia con éxito? Pues eso, acompañarlos: marcarles normas (tan complicado, pero tan necesario), no hacer de adolescentes nosotros mismos (equilibrio emocional y paciencia, aunque por dentro se nos coman los leones) y, muy a escondidas que no los vea ninguno de sus nuevos amigos, muchos achuchones y mucho cariño.
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