La impaciencia, querer las cosas ya, sin admitir las demoras inevitables, es algo muy propio de los niñospequeños.
Su sentido del tiempo es diferente al nuestro, no saben medirlo, y el
periodo que transcurre desde que piden algo hasta que lo consiguen se
convierte para ellos en una torturante eternidad.Acostumbrarse a tolerar ciertas frustraciones y retrasos inevitables forma parte del aprendizaje de la realidad de la vida, y es un adiestramiento lento y progresivo que tendrán que ir asimilando durante todo su crecimiento.
Un crecimiento gradual
Poco a poco, el niño conseguirá con nuestra ayuda ser cada vez más paciente,
pero hasta aproximadamente los seis años no será capaz de esperar
conscientemente y comprender el porqué de tanta espera. Eso no quiere
decir que nosotros tengamos que aguardar pasivamente hasta que alcance
esa edad.
A partir de los dos y los tres años nuestro hijo debe ir aprendiendo a tener un poco de paciencia, pero
para ello necesita nuestra ayuda. Si les damos todo lo que desean al
momento, si estamos totalmente a su disposición, estaremos creando niños
tiranos que luego serán adultos inmaduros e intolerantes.
Estas son algunas estrategias para ayudarle a ser más paciente:
1. Dar ejemplo. Aprenden imitando
- Los niños son grandes imitadores, así que tenemos que hacer gala ante ellos de nuestra mejor paciencia.
- Si nos sacan de quicio los atascos, si ponemos el grito en el cielo
porque nuestro hijo tarda un poco más de la cuenta en comer... no le estamos dando un modelo de serenidad, y además le estamos transmitiendo nuestra propia ansiedad.
- Si no podemos controlarnos y la impaciencia nos pierde, hay que pedirle disculpas.
2. Ser comprensivos con sus limitaciones
- Hay situaciones (si el niño está irritable, tiene hambre, sueño, cansancio) en las que es excesivo pretender que tenga paciencia y espere. En esos casos está justificado atenderle sin demoras.
- También conviene organizar la vida diaria de modo que le evitemos las esperas largas siempre que sea posible.
No conviene anunciarle los acontecimientos con demasiada antelación. Es
mejor prometer «mañana vamos al circo», que «la semana que viene iremos
al circo».
3. Introducir pequeñas esperas
Hacia el segundo cumpleaños ya podemos empezar a enseñar a un niño a
esperar unos minutos hasta que le sirvamos el postre, o a aguardar un
poco mientras preparamos su bocadillo. Aunque le cueste, puede empezar a
asimilar cosas así.
4. Enseñar buenos modos
- Hagámosle ver, predicando con el ejemplo, que hay que pedir las cosas educadamente.
- No debemos ceder a sus rabietas como modo de conseguir sus deseos.
- Tampoco hemos de ser insensibles: a veces las rabietas son un toque de atención.
5. Cumplir nuestras promesas
Si le hemos dicho «después de comer haremos el rompecabezas», o
«cuando guarde la compra miraré lo que has pintado», cumplamos lo
prometido, solo así aprenderá que esperar vale la pena.
6. Explicar por qué hay que esperar
«Las cosas quedan mucho mejor si se tiene paciencia para prepararlas.
¿Ves?, este sándwich estará mucho más rico si le ponemos un poco de
queso encima del jamón de York y lo metemos un ratito en el microondas».
«Cuando termine de preparar la cena jugamos un poco. Si no, se quemarán
las patatas fritas». Usemos un tono calmado y cómplice, no tenso y exasperado. No siempre funcionará, pero sí a la larga.
7. Pasatiempos para esperas inevitables
En la sala de espera del médico, en los viajes o en las colas,
podemos inventar pequeños juegos como el «veo, veo», mirar cuántos
coches rojos pasan o cuántas personas llevan zapatos negros, contarle
algún cuento... También puede ser útil llevar algún juguete. La espera
entretenida es menos espera.
8. Paciencia en situaciones sociales
A esta edad les cuesta, por ejemplo, guardar turnos para usar un columpio.
Mejor que imponerles que han de hacerlo porque sí, conviene hacerles
pensar en la necesidad de guardar su turno y explicarles las ventajas,
aunque aún no puedan entenderlo del todo.
9. Enseñarle a no interrumpir una conversación
- Podemos tomarle del hombro y decirle: «espera un momentito y te atenderé enseguida».
- Aunque insista, es mejor ignorarle durante un momento que no sea muy largo (quizás un par de minutos).
- Después, hay que cumplir siempre nuestra promesa de atenderle y elogiarle por haber «esperado».
- Es importante hacer esto manteniendo la calma, y aumentar poco a poco los momentos de espera.
Autor: Luciano Montero, psicólogo