Ansiedad y miedo
A menudo en nuestro vocabulario utilizamos las palabras ansiedad y miedo con cierta ligereza. Incluso se utilizan indistintamente para referirse a una misma situación o experiencia, pero ¿sabemos realmente diferenciar estos dos términos?
Miedo
El
miedo es una de las
emociones básicas por excelencia, necesaria y adaptativa la mayoría de las ocasiones. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos sentido esta emoción en mayor o menor grado. Pero, ¿cuándo lo experimentamos?
El miedo se activa ante la presencia de una amenaza, ya sea una percepción o interpretación de daño o peligro, para nuestro bienestar físico y/o psicológico. Suele aparecer ante un peligro real, presente e inminente, aunque muchos estudiosos también consideran que esta emoción puede darse ante un peligro imaginario.
En cualquier caso, el denominador común de todas ellas suele ser su capacidad de poner en funcionamiento el comportamiento de emergencia en el individuo que lo experimenta, proporcionando así la activación necesaria para evitar o huir de la situación que lo genera. La mayoría de las veces nuestros miedos serán pasajeros, no suponiendo un problema importante en nuestras vidas, pero también pueden aparecer respuestas emocionales de miedo que alteren de forma significativa nuestra forma de vida.
Gracias al papel de la
corteza prefrontal tomamos conciencia de la sensación miedo, pudiendo interpretar la situación de forma correcta, sobreinterpretarla o malinterpretarla, dependiendo de la valoración que hagamos de la situación en la que nos encontramos. Así en el miedo se establecen dos consideraciones importantes, la pérdida y la inmediatez, que determinarán nuestro comportamiento.
Las respuestas o estrategias que llevaremos a cabo dependerán de nuestras creencias y expectativas de cómo enfrentarnos a lo que nos da miedo, pudiendo ser estas activas (afrontar) o pasivas (evitar o huir). Que serán más eficaces cuanto más convencidos nos encontremos de nuestras habilidades y recursos para regular esta emoción. Ya que lo perjudicial de no regular de forma adecuada el miedo será la generación de creencias de desconfianza, preocupación y malestar.
Ansiedad
La ansiedad se encuentra relacionada con la expectativa de que algo sucederá, es decir, cuando esperamos que ocurra algo y anticipamos efectos negativos antes de que lleguen o se produzcan. Oscilando al igual que el miedo entre una respuesta adaptativa o incapacitante.
Así, una de las funciones de la ansiedad sería activarnos ante la expectativa de un posible peligro, llegando a atender en muchos casos de manera selectiva o amplificando las informaciones que son consideradas como amenazantes, desatendiendo el resto de condiciones estimulares que son consideradas como neutras.
Podemos por lo tanto hacer una clara diferenciación entre el miedo y la ansiedad, y es la certeza de la presencia del estímulo, siendo clara en el caso del miedo y confusa e imprecisa, para la ansiedad. Ya que en esta última, se experimenta una gran preocupación producida por la anticipación de los efectos negativos de una situación futura, pudiendo determinar en muchas casos la salud mental de una persona.
Cómo regularlas
Como ya hemos visto,
el miedo se encuentra relacionado con la valoración de un peligro inminente y la ansiedad con la expectativa de que algo sucederá en el futuro.
Ambas respuestas dejarán de ser normales y adaptativas cuando superen nuestro umbral de tolerancia, no haya percepción de control, y se produzca de manera continua una evitación del estímulo aversivo, interfiriendo en el funcionamiento del individuo.
En este tipo de situaciones una de las recomendaciones sería iniciar un
proceso de desactivación, ya que nuestro cerebro tiende a perpetuar una respuesta emocional positiva o negativa, ante una situación que considera de especial importancia.
Para ello, deberemos aprender a desconectar, a desaprender la conexión existente entre la ansiedad o el miedo y las situaciones para llevar acabo respuestas más adaptativas. Podemos utilizar técnicas de
relajación y respiración por ejemplo, además de informarnos sobre cómo funcionamos y llegar a comprenderlo, siendo de gran ayuda la experiencia de un
profesional. Éste nos ayudará a entender las asociaciones que realizamos de valoraciones negativas en forma de preocupaciones, así de cómo entender la diferencia entre preocuparnos por un asunto y ocuparse del mismo, y de cómo las valoraciones que realizamos están asociadas al miedo, y éste a la expectativa de la llegada de un peligro inminente.
Aun así, hay que tener claro que cada caso tendrá su propio abordaje terapéutico, en el que cada persona utilizará uno u otros recursos dependiendo de su situación, personalidad y contexto.