¿Cómo afectan los cambios estacionales a nuestro estado de ánimo?
La luz y las condiciones climáticas parecen ejercen una gran influencia en nuestro estado anímico. Ya en la época griega, Hipócrates hizo referencia a la importancia de los cambios de estación en la génesis de algunas enfermedades, así como de los cambios corporales provocados por el frío o el calor.
Hay estaciones del año en las que algunas enfermedades mentales empeoran o que producen leves síntomas como una disminución del estado de ánimo, aumento del cansancio, dificultad para conciliar el sueño y baja concentración. Si estos síntomas son muy marcados puede que se esté produciendo en el individuo un trastorno afectivo estacional, sensible a las estaciones de otoño e invierno en su aparición, remitiendo cuando aparece el buen tiempo y los días son más largos.
¿En qué consiste el Trastorno afectivo estacional?
El
Trastorno afectivo estacional o
TAE se presenta aproximadamente en seis de cada cien personas, siendo más común en los adultos aunque también puede presentarse en niños y adolescentes. El número de mujeres afectadas por este trastorno es mayor que en hombres, aunque la biología, la historia familiar, el entorno y las experiencias individuales hacen que ciertas personas estén más predispuestas que otras a desarrollarlo.
El
TAE es una forma de depresión que coincide según los últimos estudios e investigaciones con la falta de exposición a la luz durante los meses de otoño e invierno y los cambios hormonales y de neurotransmisores.
Se caracteriza por la presencia en el individuo de
cambios en el humor propios de la depresión como la astenia, sentimientos de desesperanza, irritabilidad, tristeza, ansiedad, anhedonia, disminución de la líbido, etc. presentando además un predominio de
síntomas vegetativos como la hipersomnia, el aumento de peso y del apetito, cansancio físico y una elevada sensibilidad al rechazo interpersonal.
¿Por qué sucede?
Existen muchas teorías sobre por qué se producen estos cambios anímicos en los individuos en relación a los cambios estacionales, pero la mayoría de los investigadores coinciden en que pueden estar desencadenados por la respuesta del cerebro a la
disminución de la luz y la relación con algunas hormonas claves en la regulación de los ciclos de sueño-vigilia, energía y estado de ánimo, como son la
melatonina y la
serotonina.
La
melatonina es una hormona que secretamos de forma natural cuya función principal es la regulación de los ciclos sueño y vigilia. La secreción de melatonina comienza a aumentar por la tarde, manteniéndose a altos niveles casi durante toda la noche y disminuyendo cuando sale el sol. Mientras que con la
serotonina, ocurre lo contrario, aumentando cuando la persona se encuentra expuesta a la luz solar, siendo sus niveles muy bajos en verano, asociándose por lo tanto con síntomas como la tristeza e irritabilidad. Por eso si la luz disminuye, como suele pasar en otoño e invierno, pueden aparecer desequilibrios hormonales que afectaran a nuestros estados de ánimo.
Así,
cuando los días son más cortos en otoño e invierno y las horas de oscuridad más largas, se puede producir un aumento de los niveles de melatonina y una disminución de la serotonina, creando en ocasiones condiciones biológicas para un bajo estado de ánimo, a las que deberíamos sumar los antecedentes familiares del individuo, el contexto en el que se encuentra y sus condiciones personales y experiencias.
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