Sobre la maldad...
Si para salvar la vida de un ser querido tuvieras que aceptar que le trasplantara el corazón de un asesino en serie, ¿lo aceptarías? Antes que contestes, reflexionemos ¿un asesino en serie “tiene corazón”?
Contestes lo que contestes, desde el punto de vista médico y científico no tendría nada que ver, mismamente porque las donaciones son anónimas y nunca se sabe quién es el donante, y la familia de fallecido tampoco sabe quién es el receptor. Lo que realmente debemos contestar es, ¿qué lleva una persona a causar daño a sus semejantes sin que esté en juego su interés ni la defensa de su propia vida?
¿Somos productos del mal?
Según el catarismo (movimiento religioso que surgió en el siglo XII y que, difundiéndose especialmente en el Sur de Francia y nacido de las antiguas creencias paganas orientales, y que tenía el Bien y el Mal como principal doctrina), el Hombre es un producto del mal. Y estaban tan convencidos de ello que incluso condenaban la procreación, porque entendían que tener hijos era añadir nuevos productos del mal.
Se podría pensar que es demencial decir que somos productos del mal, pero infelizmente basta con mirar por la ventana, leer el periódico u oír la radio para comprobar que en el laboratorio de la vida, si fuera un experimento, nuestros actos de maldad estarían más que comprobados. Lo que demuestra que la humanidad tiene propensión a la maldad y si nos dejáramos guiar por nuestros instintos, las consecuencias serían catastróficas.
La sociedad atempera nuestros instintos agresivos
Menos mal que la sociedad, nos guste o no, no es un ente ajeno a nosotros, la sociedad está formada por todos y cada uno de nosotros. Es una maquinaria que tiene que seguir una pauta para que funcione. Dependemos de que el vecino de al lado se “porte bien” y no nos moleste por las noches con la música alta, así no habrá motivos para discusiones. Mi compañero de trabajo depende de mi buena contestación a su deseo de que yo tenga un “buenos días” para no alterar su testosterona y que algo tan sencillo luego no afecte el resto de su día ya que lo más probable es que me insulte, lo comente a otro y siga una corriente negativa ya que, así como la serotonina apacigua los peores impulsos humanos, la testosterona empuja a muchos hombres a cometer los peor actos jamás imaginados y sólo hace falta una chispa. ¡No seamos esa chispa!
La batalla contra la bestia interior
Es cierto que jamás podremos olvidar que tenemos sangre en las venas y que muchas son y serán las veces que a lo largo de nuestras vidas, “aunque nos portemos bien”, habrá el que consiga alterar nuestra buena conducta, sea con una mala contestación, un insulto o llegando más lejos, ataques contra nuestra integridad física, pero eso no implica que tendrá que ser siempre así, incluso puede que seamos nosotros mismos el que, queriendo o no, alteremos la “armonía” sugerida que debe tener la sociedad.
En un estudio reciente de la universidad china de Beihang, han comprobado que el enfado es la emoción que más difusión recibe cuando transcrita en las redes sociales, a diferencia de los textos que relaten alegría o felicidad. Por ello debemos seguir siendo no sólo el ejemplo a nuestro vecino, sino que debemos recordar que nuestros instintos están guiados por nuestro peor enemigo, nosotros mismos, y luchar contra nuestro “yo interior” es un trabajo diario. Habrá momentos en que nos sintamos vencidos por él cuando asome sus colmillos degenerados, su genio de ira, su lengua sarcástica, su mirada venenosa. Esta es una lucha que daña no sólo nuestras relaciones con los demás, sino nuestros propios deseos de ser felices, nuestras ganas de vivir. Puede llegar a ser terrible la bestia que algunos llevan dentro. Algunos incluso la desconocen, pero seguramente si sale a la luz alguna vez, aterrorizará más que a uno mismo.
Por eso los que tienen la llamada “bestia interior” deben ser más cuidadosos, más cautos, doblemente tolerantes, dulces, a veces condescendientes, para no hacerla aullar y asomar sus monstruosas fauces que amenazan con devorar a los incautos que tengan por delante.
Ojalá nadie tuviera una bestia interior, pero el convivir con ella nos hace más consciente de quiénes somos, de nuestros límites y defectos, y, curiosamente, de todo lo positivo que tenemos para compartir, porque aunque Ernest Hemingway dijera que “todo lo verdaderamente malvado empieza por algo inocente", Martin Luther King Jr. nos recordó: "El hombre debe encontrar la solución para cualquier conflicto humano que rechace la venganza, la agresión y la represalia; y la base de esa solución es el amor"
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