¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda?
"¡Mamá, mamá! ¿Me ayudas?" Cuántas veces habremos presenciado y protagonizado esta escena... Cuando somos pequeños no tenemos ningún pudor a pedir ayuda, sin embargo cuando nos hacemos mayores muchas veces la cosa cambia.
Si no lo eres, seguramente conoces a alguien que prefiere emplear una inmensa cantidad de recursos para resolver un problema que con ayuda no supondría nada. O que prefiere desistir o fracasar antes que permitir que otra persona le eche una mano.
Volvamos a otra escena de la infancia. "Mamá, mamá ¡Lo he conseguido yo solo! o -"Déjame! Puedo sólo." - "Muy bien hijo, lo has conseguido tú solo!" Este feedback que favorece la autonomía muchas veces es el inicio del camino hacia una costumbre que no es tan positiva.
¿Por qué nos cuesta pedir ayuda?
Son muchos los motivos que pueden desencadenar este comportamiento y muchas las ventajas que se pierden al no solicitar ayuda.1 -
El primer motivo probablemente es el orgullo, queremos para nosotros en exclusiva el mérito de resolver un problema y no estamos dispuestos a compartirlo con nadie.
2 - El segundo de los motivos que puede inhibir la petición de ayuda tiene que ver con que
la persona no quiere confesar la existencia del problema, en este sentido imaginémonos a la persona que ha contraído deudas de juego o ha generado una adicción al alcohol. Ninguna de las dos cosas es fácil de compartir.
3 - El tercero de los motivos comunes es la vergüenza, no queremos que otra persona nos vea realizando una acción.4 - Algunas personas piensan que de forma inmanente a la petición de ayuda hay una muestra de debilidad.
5 - El cuarto de los motivos tiene que ver con el hecho de que
siempre existe la posibilidad de que se nos niegue esta ayuda. Detras de este temor, se encuentra el miedo a ser rechazado, a experimentar la sensación de que no somos lo sufucientemente buenos para que alguien nos dedique su tiempo.
Al final, detrás de varios de estos motivos se encuentra otro más trascendental: el miedo a ser juzgados por los demás. No nos gusta que en un momento en el que podemos mostrar debilidad justamente se fije en nosotros el foco atencional de los demás. Por eso, para pedir ayuda muchas veces es necesaria cierta confianza, y no a todo el mundo le pediríamos ayuda para lo mismo, con independencia de sus capacidades. Por eso, pedir ayuda la mayoría de las veces no es un signo de comodidad sino de valentía.
¿Qué nos perdemos exactamente al no pedir ayuda?
Antes que nada, al no pedir ayuda nos ponemos en una situación en la que gastamos una gran cantidad de recursos, que si no se trasforman en un resultado efectivo, pueden llevarnos a generar un sentimiento de frustración notable. En segundo lugar, nos perdemos la
oportunidad de experimentar la bondad de los demás y de mejorar nuestra visión del mundo; perdemos una posibilidad de contacto interpersonal que puede ser realmente enriquecedora. Además, siguiendo a la psicología social, sabemos que cuando pedimos ayuda estamos mejorando el concepto que tiene de nosotros la persona que nos la da.
Por otro lado, no olvidemos que somos animales sociales y que en estas situaciones perdemos una buena oportunidad de desarrollar nuestra naturaleza
. Finalmente,
dándole la vuelta al hecho de que cuando pedimos ayuda recibimos también un foco atencional, perdemos una gran oportunidad de ganar en seguridad y confianza.
Sabemos que ayudar es maravilloso, pero dejarnos ayudar no lo es menos. ¿Por qué no lo intentamos?lamenteesmaravillosa.com