Viene cada año y vendrá para siempre. Y con la Navidad vienen los recuerdos y las costumbres. Esos recuerdos cotidianos humildes a los que todas las madres nos agarramos. Como la Virgen María, en los rincones secretos de su corazón.
La Navidad en Belén. El sueño ancestral: una noche fría y despejada hecha brillante por una gloriosa estrella, el olor del incienso, los pastores y los Reyes Magos cayendo de rodillas en adoración de el dulce bebé, la encarnación del amor perfecto.
Es Navidad cada vez que se limpia una lágrima en los ojos de un niño. Es Navidad cada vez que se dejan las armas y que nos entendemos. Es Navidad cada vez que se detiene una guerra y que abrimos las manos. Es Navidad cada vez que forzamos la miseria a recular más lejos. Es Navidad en la tierra cada día, Porque Navidad, hermano, es el Amor.
Navidad es, cuando nuestro corazón, olvidando las ofensas es verdaderamente fraterno. Es Navidad cuando finalmente nace la esperanza de un amor real. Es Navidad cuando las mentiras de repente se callan para dar paso a la felicidad Y que en el fondo de nuestras vidas el sufrimiento que nos roe encuentra un poco de dulzura.
Es Navidad en los ojos del pobre que visitamos en su cama de hospital. Es Navidad en el corazón de todos los invitados a una felicidad normal. Es Navidad en las manos de aquel que hoy comparte nuestro pan. Es Navidad cuando el mendigo se olvida de todos los atropellos y ya no se siente el hambre. Es Navidad en la tierra cada día, Porque Navidad, hermano, es el Amor.
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