¿Por qué somos cotillas?
El cotilleo ¿es una tendencia cultural o natural? ¿Es una acción propia sólo de mujeres o también les gusta chismorrear a los hombres? Aunque muchos se empeñen en afirmar lo contrario, nuestro interés por la vida de los demás es algo natural y universal, es decir, que todos somos cotillas por naturaleza. Según se desprende de los estudios e investigaciones realizadas por el antropólogo Robin Dunbar, en una conversación rutinaria con otra persona, dedicamos el 65% del tiempo a hablar sobre nuestra vida o la de personas que conocemos. En conclusión, nos gusta chismorrear.
El interés que despierta en nosotros las alegrías o desgracias ajenas es fruto de nuestra condición como seres sociales. El cotilleo nos cohesiona como grupo y facilita la socialización. Esto explicaría el por qué sentimos tanta curiosidad por la vida de aquellos que nos rodean o, incluso, por la de personas que sólo conocemos a través de los medios de comunicación.
EL CHISME SEGÚN EL SEXO
A la hora de contar un chismorreo, entendido como una charla informal y no un cotilleo malintencionado,
existen diferencias en la manera de hacerlo y usar el lenguaje según el sexo de las personas. Cuando recurrimos al chismorreo para hablar de nosotros mismos, Dunbar afirma que
“los hombres lo hacen para exhibir su conocimiento técnico y objetivo, sobre todo, ante las mujeres”. Por su parte, “l
as mujeres tienden a hablar más sobre las naturaleza de las relaciones, para procurar las conexiones sociales”.
En lo que sí coincidimos ambos sexos es en el tiempo que dedicamos a chismorrear. Como apuntábamos al principio,
dos tercios de la conversación que mantenemos con otra persona lo dedicamos a hablar sobre nosotros o sobre los demás.
¿POR QUÉ NOS INTERESA LA VIDA DE LOS FAMOSOS? Otra cuestión es entender por qué mostramos tanto interés por la vida de la gente famosa, rica y poderosa. La respuesta se encuentra en nuestro cerebro. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías permiten que veamos sus caras con mucha frecuencia y, por tanto, que nos resulten familiares. Esto confunde a nuestro cerebro que cree que los conoce.Por otra parte, n
os mostramos interesados por las cosas negativas que les ocurre a aquellas personas que consideramos que están por encima en nuestro status social, como por ejemplo, nuestro jefe. La explicación también la tiene
nuestro cerebro que, de forma inconsciente,
cree que los problemas que tienen esas personas, a quienes consideramos rivales, podrían beneficarnos a nosotros.
El cotilleo también nos lleva a compartir las alegrías de nuestros familiares y amigos. En esta ocasión, al contrario de lo que comentábamos anteriormente contar que, por ejemplo, a nuestro hermano le ha tocado la lotería es
considerar que podemos contagiarnos de su suerte.Recurrimos también al cotilleo para saber si debemos o no seguir modelos o para castigar a alguien que no cumple las normas sociales. En definitiva, el chismorreo se convierte en un excelente recurso para conseguir otras metas y es una de las herramientas que utilizamos para socializarnos y unirnos como grupo.
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