El corazón : Representa el Amor, y la sangre, el júbilo.
El corazón es la bomba que, con Amor, hace que el júbilo circule por nuestras venas.
Cuando
nos privamos del Amor y el júbilo, el corazón se encoge y se enfría, y
como resultado, la circulación se hace perezosa y vamos camino de la
anemia, la angina de pecho y los ataques cardíacos. Pero el corazón no
nos «ataca». Somos nosotros los que nos enredamos hasta tal punto en los
dramas que nos creamos, que con frecuencia dejamos de prestar atención a
las pequeñas alegrías que nos rodean. Nos pasamos años expulsando del
corazón todo el júbilo, hasta que, literalmente, el dolor lo destroza.
La gente que sufre ataques cardíacos nunca es gente alegre. Si no se
toma el tiempo de apreciar los placeres de la vida, lo que hace es
prepararse un «ataque al corazón».
Corazón de oro, corazón de piedra,
corazón abierto, sin corazón, todo corazón… ¿Cuál de estas expresiones
es la que cree que se ajusta más a usted?
• El cuerpo
«Con Amor escucho los mensajes de mi cuerpo.
Estoy
convencida de que nosotros mismos creamos todo lo que llamamos
«enfermedad». El cuerpo, como todo en la vida, es un espejo de nuestras
ideas y creencias. El cuerpo está siempre hablándonos; sólo falta que
nos molestemos en escucharlo. Cada célula de su cuerpo responde a cada
una de las cosas que usted piensa y a cada palabra que dice.
Cuando
un modo de hablar y de pensar se hace continuo, termina expresándose en
comportamientos y posturas corporales, en formas de estar y de «mal
estar».
La persona que tiene continuamente un gesto ceñudo no se lo
creó teniendo ideas alegres ni sentimientos de amor. La cara y el cuerpo
de los ancianos muestran con toda claridad la forma en que han pensado
durante toda una vida. ¿Qué cara tendrá usted a los ochenta años?