En primavera, observar un paisaje de campo,
por la mañana, cuando todo está tranquilo.
Impregnarse del espectáculo de la naturaleza
que despierta lentamente:
la luz dulce del primer sol,
el cielo lavado
por la humedad de la noche,
el perfume de hierba mojada,
el silencio...
Impregnarse de ese momento
y sentir su luminosa intensidad.
Inspirar, expirar profundamente...
Y si se vive en plena ciudad,
imaginar que uno se estira
en la naturaleza,
en una naturaleza
que puede inventarse
y que será más hermosa aún
que en la realidad.
D.A.
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