El arte de amargarse la vida
Lo sabemos, la felicidad es un concepto muy difuso a la vez que complejo. Podríamos hablar de aspiración, de algo que alcanzamos brevemente y que al instante, pierde levemente su resplandor, su intensidad. Sin embargo, queda la cotidianidad de las pequeñas cosas, de un sencillo equilibrio en el que sentirnos bien, ahí donde poder apreciar cada cosa que nos rodea, nos acompaña y nos define.
Puede que el ser consciente de esta felicidad “humilde”, sea un don que no todo el mundo dispone. Pongamos un ejemplo: según la revista Forbes, una buena parte de las personas más ricas de nuestro planeta, es infeliz. Esto nos demuestra dos cosas que quizá ya sabíamos, que la felicidad no se compra con un cheque de infinitos ceros, y que el arte de amargarse la vida está quizá a la orden del día en todas las escalas sociales. Hasta en los millonarios.
EL ARTE DE GENERAR INFELICIDAD
En ocasiones, nos preocupamos en exceso de aspectos que no tienen importancia. De cosas que o bien no tienen solución o que no tienen por qué suceder. Todos conocemos a esas personas que tienden a anticipar cosas:
“Tenemos que hacer esto porque puede suceder aquello”, ideas obsesivas donde está presente quizá una inseguridad continua, que les hace no solo amargarse a ellas mismas, sino también a quienes están a su alrededor.
Miedo al fracaso, miedo a la soledad… todo ello nos empuja en ocasiones a hacer cosas que complican aún más nuestra realidad, nuestra cotidianidad aparentemente sencilla donde no existen problemas graves.
El arte de amargarse la vida tiene en ocasiones comportamientos que nos son fácilmente reconocibles. Veamos algunos ejemplos:
-Tu presente está bien, no hay ninguna dificultad ni problema aparente. Sin embargo empiezas a obsesionarte con el futuro, con lo incierto. Porque está claro…
la tranquilidad no dura mucho tiempo.
-Si hay algo que no va bien en tu vida, por pequeño que sea…
todo se complica. ¿Has discutido con alguien? ¿Un mal día en el trabajo? Esto ya es suficiente para tener una mala semana y extender esa negatividad a todos los planos de tu vida.
-Lo importante es
no estar solo. Así que debes aguantar lo que sea y con quien sea para no enfrentarte a la soledad.
-Si has alcanzado una meta que tenías propuesta y eres un especialista en el arte de amargarte la vida,
seguro que no la disfrutarás. Es posible que te marques otro objetivo aún más difícil cuya complicación, te cause frustración a la vez.
-Si alguien te deja caer una crítica, aunque sea constructiva, seguro que no la vas a aceptar. Porque nadie hace algo para bien, la mayoría de las personas tienen una doble intención…
y ésta nunca es buena.
LA AUSENCIA DE SENTIDO VITAL
Los ejemplos dados anteriormente nos demuestran ya a grandes rasgos cuales son las dimensiones que definen a esas personas que son incapaces de apreciar la felicidad, o la bondad de las cosas y las personas que les rodean:
la envidia, la manía persecutoria, la incapacidad de asumir responsabilidades, un perfeccionismo exagerado, el razonamiento excesivo, el negativismo, la baja autoestima… y en esencia, el vacío de sentido vital.No hace falta seguir una religión o practicar un tipo de filosofía específica para darnos cuenta de que nuestra vida debe tener un sentido. Un sentido para nosotros mismos.
Las personas que nos rodean no son una amenaza, nadie está aguardando en una esquina para hacernos daño. Tampoco hay que obsesionarse en lo que pasará el día de mañana ni caer en el error del razonamiento excesivo. Lo importante es mantener un equilibrio, usar la lógica… saber confiar.
El arte de NO amargarse la vida requiere que aprendamos a confiar, es imposible controlar todos los aspectos de nuestra vida para evitar que ocurran determinadas cosas. La felicidad no es una meta, es un estado, una emoción. La felicidad está en el día a día, en el ahora y en nuestra capacidad para saber cultivarla del modo más humilde posible.
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