¿Qué hay detrás del fanatismo?
El 18 de noviembre de 1998 el mundo quedó atónito frente a una noticia que venía de Jonestown, en Guyana: 900 personas se habían suicidado al mismo tiempo. Todos ellos eran miembros de una secta religiosa llamada “El Templo del Pueblo”, que ese mismo día asesinó a otras cinco personas, dentro de las que estaba un congresista de los Estados Unidos. Fue Jim Jones, el carismático líder del grupo, quien llevó a sus seguidores hasta esa tragedia.
La secta había tenido su origen en Indiana, Estados Unidos. Durante varios años Jim Jones cautivó miles de seguidores a los que llevó hasta Guyana, asegurando que allí construirían un verdadero paraíso en la tierra.
Lo que encontraron los fieles del grupo fue un modo de vida severo, en donde el sacrificio y el castigo eran el pan de cada día. Todos vivían prácticamente en la miseria, al tiempo que eran sometidos a jornadas de doce horas de trabajo y aterrorizados con la idea de que había una conspiración para atacarlos. Finalmente, cuando la secta comenzó a ser cuestionada y vigilada, Jones obligó a los miembros de su secta, incluidos los niños, a suicidarse tomando cianuro. Él se disparó en la cabeza y de este modo dio fin a un capítulo aterrador de la historia.
La iglesia Davidiana
Desafortunadamente, el caso del Templo del Pueblo no es el único.
David Koresh lideró una facción de la secta conocida como “Davidianos del Séptimo Día”, y los condujo a la tragedia. Como en el caso de Jones, este líder convenció a sus adeptos para que establecieran una comunidad aparte e inculcó la idea de que tenía comunicación directa con Dios y que la humanidad estaba próxima a desaparecer.
Los fieles se congregaron en un rancho, conocido como “Monte Carmelo”, en Waco, Texas.
Allí se sometieron a una fuerte disciplina que incluía trabajos y castigos, como en el caso del “Templo del Pueblo”. Los rumores sobre violaciones a menores de edad y tráfico de armas comenzaron a circular y el gobierno estatal tomó interés por lo que ocurría allí.
El 2 de febrero de 1993 los agentes del Estado hicieron una redada en el lugar. Comenzó un combate que cobró 9 muertos el primer día. Así
se inició un sitio al rancho, que duró 51 días y concluyó el 19 de abril con un incendio que cobró la vida de más de 80 personas, la mayoría de ellos pertenecientes a la secta.
Las versiones sobre lo sucedido no son claras. Algunos aseguran que el líder, David Korsesh, ordenó un suicidio masivo. Otros piensan que fue la policía la que originó la conflagración.
¿Qué hay detrás del fanatismo?
A veces el fanatismo religioso no llega a esos extremos de muerte masiva, pero sí incluye prácticas sumamente peligrosas para quienes las llevan a cabo.
Autoflagelaciones, agresivos ayunos o rituales de expiación son más frecuentes de lo que se puede pensar. Y no se dan solamente en estas pequeñas sectas, sino que alcanzan también a miembros de las grandes religiones. Tampoco son infrecuentes las figuras de líderes que “hablan con Dios”, o son objeto de revelaciones sobre el destino de la humanidad.
En general,
el fanatismo es una respuesta a la inseguridad y el miedo de las personas. Se presenta como una “tabla de salvación” y propaga convicciones absolutas e incuestionables frente a la realidad. Los fanáticos suelen ser personas herméticas, normalmente víctimas en su pasado de abusos o grandes frustraciones. La religión se presenta entonces como un espacio en donde ya no hay incertidumbre y todo parece tener sentido.
La amenaza juega un papel fundamental. Todos estos grupos ideológicos reiteran constantemente la existencia de un gran peligro latente. El mundo “será castigado”, o los fieles serán víctimas de persecución. Es así como logran que el miedo los mantenga cerca de su líder, que también se presenta como salvador. Y gracias al temor aceptan ser objeto de prácticas abusivas.