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Esta dama sin cara ni camisa, alta de cuello, suave de cintura, tiene todo el temblor de la hermosura que el tiempo oculta y el amor desliza. Esta dama que viene de la brisa y el rango lleva de su propia altura, tiene ese no sé qué de la ternura de una dama sin fin, bella y precisa. Aunque esta dama nunca duerma en cama parece dama sin que sea dama y domina desnuda el mundo entero. Esta dama perdona y no perdona. Y para eso luce una corona esta dama que reina en el tablero.
Miguel Arteche
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