El despiste a veces es necesario
Seguro que recuerdas como de niño te regañaban por aquello de “es que siempre estás en las nubes”, “es que siempre andas despistado”. Ahora, al crecer, posiblemente hayas dejado a un lado esos instantes de abstracción en que tu mente se iba a otro lugar más pacífico y evocador, para sumirte en las responsabilidades del día a día. Puede que lo creas, pero según Daniel Gilbert, investigador del departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, las personas pasamos casi la mitad del tiempo despistados. “El 47% de las mentes de las personas están divagando, están en otro mundo, están despistadas”. Sorprendente ¿No es así?
Hemos de decir también que se trata de un hecho que no debemos tomar a broma. Los despistes son en ocasiones motivos de muchos accidentes, pero hay una cosa que parece quedar clara, las personas no podemos estar en un estado de atención continua. Conlleva un exceso de gasto energético que el cerebro no puede mantener durante mucho tiempo.
De hecho, es sabido que nuestro nivel de atención baja a partir de los 40 minutos. Pero eso sí, despistarse no es estrictamente “salirse de la pista”, sino más bien “cambiar de pista”. Ir hacia ese mundo privado, introspectivo y emocional donde las personas solemos hilar nuestra verdadera vida. Ahí donde están los recuerdos, los pensamientos. Ahí donde valoramos nuestras acciones, donde desplegamos planes y donde cómo no… están nuestros anhelos, sueños y fantasías.
EL CEREBRO NUNCA PARA DE FUNCIONAR
Hemos de desterrar aquello de que durante un despiste, nuestro cerebro no estaba funcionando como debía. El cerebro nunca para de funcionar, es más, cuando está en reposo su actividad es especialmente intensa. De hecho, en un artículo publicado por la revista Sciencie, se hablaba precisamente de este hecho, de que el gasto energético del cerebro consume la misma cantidad de energía estando activo que descansando.
Ahora bien, también debemos dejar claro que la mayoría de las veces estar despistado no es sinónimo de estar perdido. Por curioso que parezca cuando nuestra mente está en blanco, cuando “estamos soñando despiertos” y nos abstraemos del exterior de modo relajado, la mente se vuelve mucho más activa.
Es entonces cuando entra en escena lo que los neurocientíficos llaman “La red neuronal por defecto”. Esta red conecta dos partes del cerebro. Por una parte, el hipocampo (que como ya sabemos es la estructura encargada de la memoria) y, por otra parte, la corteza prefrontal, encargada de predecir, planificar, programar...Es decir, mientras estamos “en blanco”, como suele decirse comúnmente, estamos en realidad procesando un sinfín de información, sacando datos biográficos y programando a su vez proyectos futuros. Una actividad realmente intensa que llevamos a cabo mientras estamos, sencillamente, en “modo on” de nuestra realidad circundante.
Pero eso sí, puede ocurrir que esta esta red funcione mal, un desajuste que puede deberse a varias patologías la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el alzheimer…
PERO ¿TIENE EL DESPISTE ALGUNA FUNCIÓN?
Llegados a este punto seguro te estarás preguntando para qué puede servir en realidad un despiste, si a lo largo de tu vida solo te ha ocasionado tantos problemas.
Bien, un dato curioso es que las personas con mayor inteligencia, es decir, aquellos que consideramos como genios, son en realidad los más despistados. Son personas que suelen alejarse muy habitualmente de la realidad porque están imaginando, creando, resolviendo problemas, gestando nuevos proyectos…
En otras ocasiones, cuando estamos sufriendo por ejemplo situaciones de alta ansiedad, preocupación o estrés, nuestra mente también suele “desconectarse”. En ocasiones puede ser beneficioso, el cerebro nos obliga a entrar en ese plano interior para hacernos valorar la situación en la que vivimos, para darnos la oportunidad de buscar nuevas opciones.
Ante situaciones altas de estrés, es común que puedan existir instantes de “desconexión”, de ausencias. Nuestro cerebro no puede mantener un nivel de atención y presión tan elevadas.Y qué decir también de esas personas que practican lo que se llama “el uso social del despiste”, una apariencia que le sirve como excusa para no tener que retener nombres, fechas o compromisos.
Un desinterés que disimula muy bien bajo la justificación de: “es que soy un despistado irremediable”. Seguro que conoces a alguien.