Defensas contra la ansiedad
La ansiedad, por desgracia, afecta según la OMS a unos 340 millones de personas en el mundo. Podríamos decir que es una sensación de temor vago e inespecífico con ausencia de causa, que abarca un cuadro muy desagradable de síntomas, de los que podríamos destacar los siguientes:
• Físicos: la taquicardia, la opresión en el pecho, la sensación de mareo, etc.
• Psíquicos: sensación de agobio, amenaza, incertidumbre, temor a perder el control…
Estos síntomas generan múltiples inconvenientes, problemas para conducir, torpeza, lentitud, inquietud. También dificultades cognitivas: falta de atención, concentración, memoria, dificultad a la hora de tomar decisiones, sobrevaloración de las cosas negativas, interpretaciones inadecuadas, susceptibilidad… Y, por último, sociales: irritabilidad, bloqueos, temor ante los conflictos…
En cada caso habrá diferencias, porque no hay enfermedades sino enfermos que las padecen y, porque dado el gran número de síntomas, no los he constatado todos.
La ansiedad es una respuesta excesiva ante el peligro. Los problemas a los que nos enfrentamos no tienen la gravedad que tenían para nuestros antepasados de las cavernas; no es cuestión de vida o muerte y nosotros los vivimos, como si lo fuera.
Cuando se desencadena una crisis de ansiedad podemos tratar los síntomas con fármacos, a lo que habría que añadir una terapia que nos ayude a producir cambios en nuestra forma de afrontar los problemas y nos aporten herramientas para evitar que se produzca la crisis de ansiedad.
Algunas pistas para mejorar la situación desde el punto de vista psicológico
Un buen punto de partida tiene que ver con
trabajar la autoestima, porque si nos sentimos fuertes y conformes con nosotros mismos será mucho más fácil afrontar este problema.
Deberíamos trabajar sobre las emociones, sobre su control, porque esto nos ayudaría a controlar en el futuro las emociones que provoca la ansiedad. Este trabajo lo deberíamos hacer cuando estemos tranquilos, comenzando con emociones sencillas.
Es importante analizar lo que nos pasa, darnos cuenta que
estamos reaccionando de forma desmesura ante un estímulo que no es tan peligroso para nosotros. Plantearnos que esto pasará, preguntarnos si dentro de unos meses nos preocupará lo que nos preocupa ahora, y dentro de unos años… Así le daremos la importancia real a lo que sucede.
Darnos cuenta que lo que más miedo nos da no es lo que pasa, sino lo que imaginamos; en definitiva, tener cuidado con la anticipación negativa. Si hemos de hacer predicciones, por favor, que sean buenas.
Dado que estos problemas están vinculados a exceso de tensión,
sería bueno aumentar el ejercicio porque nos relaja, tanto muscular y como psíquicamente.Y, por el mismo motivo, sería conveniente utilizar técnicas de relajación, que deberíamos practicar cuando no estemos nerviosos, de tal forma que cuando tengamos un problema, nuestro cuerpo y nuestra mente puedan poner en marcha estos mecanismos.
Estas sólo son algunas pistas; pueden ser útiles, pero, si necesitáis más, no dudéis en buscar ayuda profesional, cuanto antes atajemos los problemas, mas fácil será solucionarlos.