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La fiesta del Corpus Christi (Cuerpo de Cristo, en
latín) conmemora la institución de la Santa Eucaristía. Este día la Santa
Iglesia nos invita a meditar sobre el misterio de la presencia del Señor, en ese
pan consagrado que guardamos en todas las comunidades cristianas
La Eucaristía
sigue siendo la opción fundamental de nuestra fe. Ante el misterio del pan de
vida el sacerdote tiene que renovar su adoración, el cristiano confesar que es
un misterio que trasciende su inteligencia.
La Eucaristía nos pone de rodillas, confunde
nuestro orgullo y nos abre a la humildad y al gozo de la fe en la palabra y en
el poder de Cristo. Solo así se convierte para nosotros en misterio de luz y de
vida. La Eucaristía es, como recuerda el Concilio Vaticano II, el bien supremo
de la Iglesia, Cristo Pan verdadero que con su carne vivificada y vivificante,
por medio del Espíritu Santo, da la vida a los hombres.
Comulgar no es un
mero recibir al Señor, hacer una comunión, es elegir una vez más a Cristo, es
aceptar lo que fue su vida, su obra, su entregarse. No debemos acostumbrarnos a
la Eucaristía, porque el que se acostumbra la destruye. La Eucaristía es una
realidad continuamente nueva, es la realidad de Dios.
Historia de la
Fiesta Surgió para
afirmar la presencia real de Jesús en la Eucaristía en contra de graves errores
de algunas personas, que negaban tal presencia y luego fue extendida a toda la
Iglesia por el papa Urbano IV en 1264.
Al principio se llamaba Corpus Christi, más tarde
se llamó también "fiesta de la Eucaristía". Aunque sea jueves, es un día de
precepto, es decir, los católicos debemos de ir a Misa, para cumplir con el
tercer mandamiento de la Ley de Dios.
Esta solemnidad
no sólo nos invita a adorar la presencia sacramental de Jesús en el Sagrario,
sino que nos lleva a reflexionar sobre el valor de la celebración
eucarística o
Misa, y a vivir de acuerdo con la doctrina de Cristo y su acción
salvadora.
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