Contando hasta diez: pensamientos, acciones y palabras
Es fácil dejar vencerse por la adrenalina, la agitación, el entusiasmo, el enojo… Cuando no nos damos tiempo para pensar, y sólo hablamos por hablar, las cosas pueden no tener un buen augurio.
¿Cuántas veces has hablado de más?
Algunas personas utilizan su voz como la herramienta para controlar una situación, un grupo o una persona. Eso podría ser aceptable para quienes tienen una ocupación donde requieren ejercer puestos de mando. Sin embargo, utilizar nuestra voz para querer estar siempre en el foco de atención o tener el control, puede no ser muy sano o conveniente en nuestras relaciones personales.
A nadie le gusta enfrentarse con alguien con quien no se puede hablar porque no nos da la pauta para hacerlo. No resulta muy agradable presenciar un monólogo en el que uno no puede expresar su punto de vista y prácticamente no hay comunicación, o sea intercambio de ideas.
No te adelantes a hablar
Quizá es el mundo en el que vivimos lo que nos lleva a realizar todo de prisa. Pero en el terreno de la comunicación interpersonal, la prisa no es un buen aliado. Te habrá pasado alguna vez que sacas conclusiones de algo sobre lo que tienes poca información. O te adelantas a hablar antes de que tu interlocutor termine de decir lo que quiere expresar.
Tus amistades podrán permitírtelo, pero si reflexionas al respecto, lo más probable es que te estés perdiendo de información, pero sobre todo, de una verdadera comunicación con los demás. Hablas de lo que piensas, pero nunca podrás saber lo que piensan los demás si no dejas de abrir la boca sin permitirles a los demás abrir la suya.
¿Sabes contar hasta diez?
Seguro que sí, desde preescolar. Pero, ¿qué tal cuando se trata de controlar tu incapacidad para guardar silencio? Muchas veces reaccionamos con una diatriba ante la menor controversia con nuestro interlocutor. Somos incapaces de contar hasta diez para darnos tiempo de pensar bien en lo que realmente queremos decir.
¿El resultado? Decimos cosas que realmente no queremos decir y muchas veces nos arrepentimos, cuando ya es demasiado tarde para remediarlo. O simplemente nos cuesta mucho trabajo perdonarnos a nosotros mismos por lo que hemos dicho. Todo un problema por no saber esperar y pensar bien antes de hablar.
Actuar, más que hablar
¿Te has encontrado con alguien que habla del mismo proyecto todo el tiempo, pero nunca ha hecho algo para llevarlo a la realidad? Por supuesto que los planes resultan más claros cuando los planteas frente a alguien, pero lo cierto es que, además de hablar, es preciso actuar.
Si tienes en mente un proyecto interesante, platícalo, pero solo para tener una perspectiva distinta a la tuya, que pueda ayudarte a enriquecer tu idea original. Después, deja de hablarlo y dedícate a llevarlo a la realidad. Es decir, convierte tus palabras en tu proyecto tangible. Eso te hará sentir muy satisfecho contigo mismo, además de darte credibilidad frente a los demás, pues sabrán que cuando hablas de algo, es porque no solo lo puedes vocalizar, sino que te empeñas en llevarlo a la práctica. O dicho de otro modo, tus palabras valen.
Ciertamente, tu voz es importante, y todavía lo es más cuando la dejas interactuar con otras voces, cuando la conviertes en realidades concretas, cuando la expresas por escrito y cuando la utilizas como tu verdadero instrumento de comunicación. Por eso es mejor decir: pienso, escucho… luego hablo.
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