Los efectos del alcohol en el cerebro
Según un estudio publicado por el investigador norteamericano J. Roizen, el alcohol está presente en la mayor parte de los crímenes violentos. A partir de datos recopilados en Estados Unidos, se sabe que el 86% de los homicidas actúan bajo el influjo de un licor. Esto también ocurre en el 37% de los asaltantes, el 60% de los delincuentes sexuales y en el 57% de los casos de violencia doméstica.
Los números hablan por sí solos. El alcohol es una de las drogas más adictivas y también uno de los psicoactivos que cambia en comportamiento de las personas con mayor intensidad. Aún no se tiene completa certeza de los factores involucrados en la diada alcohol/violencia, pero es claro que guardan una estrecha relación.
Efectos del alcohol en el cerebro
El licor interrumpe el funcionamiento normal del cerebro.
Según la hipótesis de la desinhibición, el consumo de alcohol debilita el funcionamiento de los mecanismos cerebrales que se encargan de restringir las conductas impulsivas. Es por eso que una persona alcoholizada deja aflorar sus impulsos, sin medir consecuencias y con la mayor naturalidad.
El alcohol
también genera un procesamiento deficiente de la información en el cerebro. De ahí que bajo el influjo de esta sustancia, una persona puede malinterpretar ciertas señales sociales. Por ejemplo, actitudes normales como una palmada en la espalda, llegan a ser vistas como un gesto amenazante.
Tampoco hay una evaluación adecuada de los riesgos del comportamiento. Quien bebe licor no repara en lo que puede sobrevenir después de un determinado acto.
Sin embargo, también existen algunos estudios que sugieren un matiz importante. En un experimento se comparó la respuesta de un grupo de individuos abstemios frente a la agresión, con la de otros que habían bebido. Las diferencias no fueron muy grandes.
Esto sugiere que el consumo de la sustancia por sí solo no es lo que desata los impulsos agresivos. La diferencia estaría en que mientras quienes están sobrios definen un límite, los que ingieren alcohol no lo hacen.
La influencia cultural
Existen hechos que también han llamado la atención de los investigadores. Hay personas que son habituales consumidores de alcohol y no registran comportamientos violentos, prácticamente bajo ninguna circunstancia. A partir de esta observación
surgió una nueva hipótesis en la que la violencia generada por el consumo de alcohol no depende de los cambios en el cerebro, sino de la influencia cultural. Hay entornos en los que se espera que quien beba desarrolle comportamientos violentos. Quienes forman parte de esos círculos entonces, responden a esa expectativa.
Esta hipótesis se corroboró en nuevos experimentos en los que se les administraron bebidas alcohólicas simuladas (no contenían realmente alcohol, pero sabían a licor) a varios participantes. Estos
se volvieron más violentos, pese a que no existía una razón bioquímica para que cambiaran su comportamiento.
Todo parece indicar que hay una fuerte asociación entre machismo y alcohol. Quien tiene una estructura de pensamiento que involucra los valores autoritarios de las culturas machistas,
adopta ciertos patrones de conducta que incluyen el alcohol y los comportamientos aprendidos que se desprenden de su consumo.
Los estudios concluyen que
el comportamiento violento está presente ANTES del consumo de alcohol. Al parecer, lo que hace esta sustancia es facilitar la expresión de esos impulsos destructivos.
A esto se suma una
cierta expectativa de que las personas, de uno u otro modo, exculparán al agresor de los actos que cometa. En ese sentido, el alcohol es una excusa para no asumir la responsabilidad sobre el daño que se inflija a otros. Así las cosas, lo que el alcohol hace es darle rienda suelta a expresiones de un trastorno de personalidad, o un trastorno emocional o mental. Y, a su vez, lo incrementa.