El amor que duele
¿Puede uno o varios fracasos convencernos de que es mejor no volver a enamorarnos? Por sorprendente que te parezca, son muchas las personas que piensan que es mejor “no sentir, para no sufrir”. Es más, puede que hasta tú mismo seas una de ellas, una de quienes prefieren protegerse para evitar caer de nuevo en un posible fracaso.
Y aun así todos los sabemos, la vida es una escalera por la cual ascender a base de triunfos y errores, un ascenso de aprendizajes que en más de una ocasión adquirimos mediante el sufrimiento. Pero en ocasiones el riesgo merece la pena y sin saber muy bien cómo, obtenemos de pronto esa estabilidad emocional tan gratificante que nos envuelve de una sencilla felicidad con la cual, decirnos un buen día “hoy estoy bien y no deseo nada más”.
Sufrir de amor es algo tan habitual que son muchos los manuales que se han llenado con intentos más o menos acertados, de ayudarnos a afrontar dicho temor. El amor duele, nos lo dicen los poemas y cientos de canciones, también muchas experiencias, pero cerrar las puertas no siempre es la mejor opción. No siempre es terapéutico ni emocionalmente sabio. Vale la pena atreverse, pero con prudencia y teniendo claras una serie de dimensiones. ¿Qué tal si tenemos en cuenta este sencillo decálogo? Vamos allá.
1. Antes de quererte a ti, debo quererme yo
No podemos establecer una relación afectiva exitosa, dándolo todo por la otra persona sin tenernos en cuenta a nosotros mismos. Debes respetarte a ti mismo, valorarte y quererte de forma madura. Conocerte, saber dónde están tus límites y donde tus necesidades. El autoconocimiento es una forma de sabiduría mediante el cual, establecer relaciones sanas con otras personas. Es un modo de autoprotegernos. Si lo damos todo por la otra persona dejándonos en un segundo plano a nosotros mismos, estaremos destruyendo nuestra autoestima y caeremos, poco a poco, en la frustración.
2. Amar es compartir, no solo ofrecer
Las relaciones de pareja estables y saludables, están formadas por dos miembros que construyen en común y que aportan en común. En el momento en que hay desigualdades en la balanza, aparecen los problemas. Querer es construir, no quitar, ni limitar ni aún menos ofrecer todo nuestro ser a la otra persona sin recibir nada a cambio.
3. Protege tu individualidad
Ser pareja supone hacer gran parte de nuestras cosas en común. Incluso nuestros proyectos de futuro se construyen ya entre dos. Es parte del compromiso y de nuestros lazos afectivos. Sin embargo, no por ello debes descuidar tu crecimiento personal. No dejes de lado tus aspiraciones, tus aficiones, tus relaciones sociales… todo aquello que te enriquece y te hace feliz. El crecer en pareja no está reñido con madurar individualmente.
4. Protege tu autoestima
La autoestima es como un músculo que debes saber ejercitar cada día, tanto en las pequeñas cosas como en las grandes decisiones. Si hoy empezamos a ceder, llegará un día en que cedamos en todo. Hay que tenerlo en cuenta. Si marcamos los límites desde hoy mismo la otra persona sabrá a qué atenerse. Saber decir “No”, no es un acto de egoísmo, sino un modo de conocimiento en la pareja. Algo necesario.
5. Aplica la Inteligencia Emocional
Es básico y esencial saber desarrollar adecuadamente tu inteligencia emocional. El saber conocer nuestras emociones y las ajenas, el saber gestionarlas nos va a ayudar casi cada día para afrontar esas pequeñas diferencias cotidianas, para mantener un diálogo constructivo y entender mejor a nuestras parejas.
6. Una buena comunicación
Mirarnos cara a cara para establecer un diálogo abierto y constructivo, es casi el corazón que bombea a una pareja estable y saludable. Ahí donde ser comprendidos y atendidos. Respetados. Si logramos establecer una buena comunicación con nuestras parejas podremos afrontar gran parte de nuestras diferencias y problemas. Vale la pena tenerlo en cuenta. Si no logramos “comunicarnos” con una persona, es difícil mantener una buena relación, ya sea afectiva o de amistad.
7. La empatía
Ponernos en el lugar del otro para saber qué le hace daño, qué necesita o qué le hace feliz. La empatía es parte de nuestra complicidad cotidiana, y de esa chispa con la cual establecer una intimidad saludable y adecuada con el otro. Ponernos en sus zapatos para leer en su interior, es quizá uno de los mejores acercamientos que podemos demostrar.
8. El sentido del humor
Saber reír en pareja, saber sacar la parte cómica de muchas situaciones ayuda a distender gran parte de los problemas. Es la chispa del día a día, es símbolo de inteligencia y unión entre dos personas que utilizan el humor para disfrutar sin hacerse daño y sin humillarse, sino para compartir.
9. Pregúntate si eres feliz
Puede que esta frase te parezca una obviedad. Pero son muchas las personas que no ven con objetividad su vida y se acostumbran a la frustración. A la insatisfacción y la infelicidad. Debemos poner en una balanza costes y beneficios, y si nos damos cuenta que nos sentimos limitados e infelices, será el momento de empezar a valorar nuestra situación.
10. Nunca es tarde
Nunca es tarde para empezar de nuevo, e incluso para finalizar algo que no nos da la felicidad. Seguro que conoces personas que se han resignado a mantener una relación que, lejos de hacerles felices, les ofrece únicamente sufrimiento o insatisfacción. Se dicen a sí mismos que ya es tarde, que no vale la pena dejarlo. Tal vez sea por miedo, por temor a verse solos o a la incapacidad para asumir cambios o riesgos. El “aguantar” nos irá rompiendo poco a poco por dentro, perdiendo nuestra integridad.
Nunca es tarde para nosotros mismos. Nunca es tarde para empezar, para iniciar nuevas etapas… y ante todo, nunca es tarde para volvernos a ilusionar.
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