Sobrevivir a una mala decisión
El que no se haya equivocado, que tire la primera piedra. ¿Quién no se ha dejado llevar por un impulso y como resultado toma una decisión errónea? ¿Quién no ha creído que sabe lo que tiene que saber y asume una determinación que a la postre era equivocada? A todos nos ha pasado, a veces con costos muy altos.
Después de darnos cuenta del error viene una especie de resaca. Renegamos del mal momento en que pensamos que era lo correcto. Nos sentimos culpables. Nos angustiamos. Revisamos una y otra vez la forma de echar a atrás lo hecho. Nos sumergimos en el abatimiento. ¿Qué hacer en esos casos?
Medir los alcances del daño
Es normal que tengas un acceso de rabia y tristeza en un comienzo. Pero vamos, no te quedes ahí.
No te sirve de nada torturarte, ni llenarte de culpa. ¿Para qué? Eso solamente va a impedirte poner la cabeza en frío y realizar acciones verdaderamente eficaces para solucionar lo que sea solucionable.
Una vez hayas completado la fase de desahogo,
tu primera tarea es definir, de la manera más precisa posible, cuál fue el error. ¿Decidiste sin saber en qué terreno te estabas moviendo? ¿Te apresuraste? ¿Dejaste que te presionaran algunos factores externos? ¿No tuviste en cuenta los tiempos o los procesos y actuaste en un momento inadecuado?
Entre mejor precises el error, mayores posibilidades tienes de repararlo, o bien de tomar de él una experiencia valiosa.
Lo segundo es medir las consecuencias de tu error. Debes preguntarte en qué terrenos te afecta (económico, emocional, físico, o lo que sea).
También debes hacer un balance del grado de daño que has hecho, o te has hecho. Utiliza una escala simple: bajo, medio o alto. Luego, delimita todas las consecuencias que trae para ti esa mala decisión que tomaste.
No cedas a la tentación de ser extremadamente duro contigo mismo. Recuerda que llevas encima una carga de culpa en ese momento y eso puede afectar tu percepción. Trata de ser objetivo.
Reparar y seguir adelante
Cuando tengas establecidos cuáles fueron los errores y los daños causados, cuentas con una información muy importante para avanzar en lugar de quedarte en la frustración de lo que pudo ser y no fue.
Piensa tranquilamente si todavía puedes hacer algo al respecto. Analiza para ver si hay alguna forma de modificar parte o todo lo que ha pasado.
¿Qué se puede salvar de la tormenta?Recuerda que
no se trata de borrar lo que hiciste, sino de hacerte responsable por tu error. Es muy negativo si orientas tus esfuerzos a tratar de disimular la equivocación, justificarla o defenderla con cinismo. Eso solamente aumenta tu equivocación, nunca la resuelve.
Enfóca tu atencióm en detener el daño.
Al tomar una mala decisión originaste efectos negativos que pueden seguir aumentando. Así que busca la manera de ponerle un límite a ese proceso que ya está en marcha. Los errores, así como los aciertos, suelen desatar una cadena de acontecimientos. Debes evitar los daños que aún no se han causado.
Si no es posible hacer algo, pues nada. Evita redondear el error con largas sesiones de auto-tortura. Si has comprendido tu error,
si eres consciente del daño que has hecho, no queda más que disculparte. Ofrece excusas sinceras por lo que haya que ofrecerlas y con todas las personas que puedan verse afectadas por tu decisión. Hazlo con humildad.
Pregúntate por lo que has aprendido de todo ello y perdónate. A todos nos ha pasado y no tienes por qué ser una excepción.
Tal vez ese error era una fuente de sabiduría que estabas necesitando para no caer en equivocaciones peores. Rescata lo bueno y pasa la página.
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