El perfeccionismo inútil
El secreto para vivir felices tiene que ver con saber encontrar puntos de equilibrio en todo lo que hagamos. El perfeccionismo es uno de esos atributos sobre los que hay gran ambigüedad. Es una característica fuertemente valorada en el mundo profesional; pero, a la vez, origina más problemas que beneficios en el mundo emocional.
El perfeccionismo está presente en personas con rasgos obsesivos. Es un deseo, nunca colmado, por llegar a un resultado que no genere ni el más mínimo cuestionamiento. En ese sentido, se trata de un deseo imposible. Algo va de buscar la excelencia a no tolerar la imperfección.
Perfeccionismo y angustia
Quien decide emplear el perfeccionismo como su criterio de base para actuar, está en riesgo de pagar un precio demasiado alto por ello. Junto al afán por hacer todo sin mancha, también suelen aparecer episodios de angustia, tensión permanente y caudales de miedo.
Al perfeccionista le cuesta mucho disfrutar de sus logros. Como enfoca su mirada hacia ese cabo que pudo quedar suelto, o ese pequeño punto negro en la sábana blanca, nunca los resultados van a parecerle meritorios. Ni siquiera suficientes. La búsqueda de lo perfecto lo lleva a una frustración permanente.
En muchos casos el perfeccionismo está asociado con problemas de baja autoestima. Se instala en la vida porque probablemente la educación que se recibió era muy severa y ponía mayor énfasis en las fallas que en los aciertos. Por eso se forja la idea de que no somos suficientemente buenos, que nada de lo que hacemos es realmente apreciable. El perfeccionismo, entonces, opera como un mecanismo de compensación para la imagen pobre que tenemos de nosotros mismos.
Lo que distingue a una persona aplicada y comprometida de alguien obsesivo con el perfeccionismo, es el grado de satisfacción que logra experimentar con lo que hace. Quien siente orgullo por su trabajo y quiere hacerlo bien, se sentirá feliz de concluir una labor bien hecha, aún sabiendo que no es 100% perfecta. El obsesivo no experimenta gratificación por su trabajo, sino un dejo de angustia por todo lo que no logró hacer.
Mitos y realidades
Hay varios mitos en torno al perfeccionismo. Son ideas equivocadas que encubren la verdadera naturaleza de esta actitud obsesiva. Por ejemplo, hay quien piensa que si no se mantiene en una línea perfeccionista, entonces caerá en la desidia y la mediocridad. Como si solo existieran los dos extremos: perfección o descuido. Olvidan que hay muchos puntos intermedios y que somos humanos, no máquinas infalibles.
Otro mito muy extendido dice que solamente logran éxitos significativos quienes se proponen hacer todo perfecto. Esto tampoco es cierto. El éxito depende del talento y éste de la perseverancia. Está mucho más preparada para triunfar una persona relajada, que no tiene que lidiar con fuertes dosis de angustia y de tensión. Hay muchos ejemplos en el mundo de personas que alcanzan grandes objetivos, sin estar evaluando permanentemente lo que faltó o lo que sobró en cada cosa que hacen.
Lo que sí es cierto es que los perfeccionistas dependen mucho de la aprobación propia y ajena, sobre la base de una moral demasiado estricta. Tienen una tendencia a formularse críticas bastante negativas y temen al rechazo. Además, piensan que el error y el fracaso son sinónimos; no han aprendido a sacar partido de las equivocaciones.
Los éxitos o los fracasos no son lo que define nuestro valor como personas. Si eres una de esas personas que no tolera las imperfecciones, tal vez sea hora de que revises quién eres y lo mucho que vales.
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