Cómo leemos el lenguaje no verbal
Para poder probar si realmente tenemos habilidades para leer el lenguaje no verbal de una persona, un buen ejercicio es encender el televisor y mirar una película, novela o serie (que no esté subtitulada), bajarle al volumen y analizar qué es lo que pasa con los personajes. Te asombrarás al darte cuenta de que el cuerpo puede decir tanto o más que las palabras.
Mediante los movimientos de las manos o de las piernas, las expresiones en el rostro o ciertas actitudes (como ser rascarse la cabeza, caminar de un lado al otro o sentarse en el borde de la silla), una persona está hablando aunque no diga nada.
Según los psicólogos, las mujeres tienen una mayor capacidad para interpretar las señales no verbales que los hombres. Esto se debe, quizás, a que somos más detallistas o que nos fijamos en cosas que el sexo masculino no, sin desmerecer. Sin embargo, un estudio reciente nos indica que la facilidad o dificultad para “leer” lo que dice el cuerpo del otro tiene más relación con los objetivos interpersonales que con el sexo o con esa capacidad de “detective”, a lo Sherlock Holmes, que pueden tener algunos.
La percepción entonces dependerá de qué es lo que queremos conseguir de la otra persona. Por ejemplo, si se trata de seducir, detectaremos ciertas actitudes, algo que no ocurrirá en el caso de estar en una entrevista de trabajo o con la pareja al preguntarle sobre una cosa en particular. Y esto va más allá todavía, ya que está confirmado que nuestra actitud corporal cambia según el escenario o la persona que tenemos en frente. No es lo mismo hablar con un ex esposo que nos ha engañado que con la suegra a la que le pedimos una receta de cocina, con la mejor amiga que le contamos qué compramos en el centro comercial que con el colega que siempre es mejor que nosotros o con un profesor al que debemos reclamarle por una calificación.
Esto quiere decir que todos tenemos la capacidad de amoldarnos según la situación, como hace un camaleón. Cierto es que algunos son más habilidosos que otros, sin embargo, se puede sacar a relucir ese don en cualquier momento.
Si tuviéramos la capacidad de presionar el botón de “Mute” a nuestras conversaciones con otras personas, tal vez sería más fácil darnos cuenta si lo que dicen con la boca es igual a lo que expresan con el cuerpo. En la mayoría de los casos, el lenguaje corporal es el que no miente, más aún, es el que delata.
Es preciso tener bien en claro que muchas veces los estereotipos o los preconceptos nos juegan una mala pasada. Y también las experiencias anteriores. En el caso de estar frente a una persona que está “acostumbrada” a mentirnos, todos los movimientos que realice con su cuerpo serán interpretados como una manera de decir la verdad, en contraposición de lo que expresen sus labios.
Las expectativas que tengamos sobre esa persona (en el mismo caso anterior, si es nuestra pareja a la cuál amamos y deseamos fervientemente que por una vez nos diga la verdad) también cambiarán nuestra percepción sobre eso que estamos observando. Porque en definitiva, no hay nada objetivo en esta vida.
Por otra parte, el contexto tiene mucho que ver con lo que detectamos del lenguaje no verbal. Claro está, porque no es lo mismo interrogar a un supuesto culpable de un asesinato que hablar con un vecino sobre lo caro que está el transporte público.
Una vez más los experimentos y estudios científicos nos indican que los estereotipos tienen un gran poder, de tal manera que hasta pueden cambiar o afectar la percepción que tenemos sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, en este caso, el lenguaje no verbal de nuestro interlocutor. Y eso va más allá del sexo de la persona.
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