Los caminos a la depresión
La depresión, uno de los males más dolorosos que puede acompañarnos. Los caminos que nos conducen a ésta son diversos y a veces misteriosos. Según cómo lleguemos a ella podemos encontrar vías de escape ¡Conócelas!
La depresión se ha convertido en uno de los grandes problemas que solemos enfrentar actualmente. Podemos encontrarnos sumergidos en dificultades de este tipo y desconocer las razones por las cuales hemos llegado a este punto, lo que entorpece que podamos darle solución. ¡Pero la depresión no es sólo estar triste! En el fondo guarda un fuerte “sentimiento de impotencia o desesperanza para el logro un deseo o aspiración significativa para cada uno”.
¿Qué puede conducirnos a la depresión?
- La identificación con padres “depresivos”: podemos desarrollar un carácter depresivo si nuestros padres tenían esta tendencia. Parte de nuestra personalidad, se configura a partir de la identificación con personas significativas, a través de la cual, asimilamos una propiedad o atributo de éstas. Los padres son los principales modelos con quienes nos identificamos, cuando éstos son depresivos, podemos construir una representación de nosotros mismos como “incapaces” para obtener lo que deseamos, al habernos identificado con quien se sentía de esta forma.
Esta identificación ocurre a través del discurso, los mensajes, las actitudes y los gestos depresivos que se reciben de ellos. Los cuales, suelen crear un clima cargado de culpa y tristeza. Además, podemos construir una percepción “depresiva” de la realidad, acerca de lo que podemos esperar y cómo aproximarnos a ella, así como la forma en que interpretamos los acontecimientos de nuestra vida. Según este posible origen, es necesario cuestionar y cambiar muchas de esas ideas y hábitos que hemos desarrollado. Necesitamos un profundo proceso de cambio, en el que aprendamos a construir formas diferentes de vivir, experimentando nuevas dinámicas, con distintos niveles de intensidad, que nos ayuden a crear habilidades que no pudimos desarrollar.
- Las “angustias persecutorias”: podemos desarrollar un problema depresivo por el miedo constante y excesivo a que personas significativas nos “castiguen”, bien sea mediante agresiones, o al retirarnos su afecto. Muchas veces estas angustias, favorecen que al intentar protegernos, nos aislemos, inhibamos nuestros deseos, evitemos tomar riesgos o atrevernos a experimentar, lo que puede empobrecer nuestras relaciones interpersonales, entorpecer nuestros proyectos de vida y alterar la forma de vernos a nosotros mismos y la realidad, lo que nos conduce a estados depresivos.
A partir de esto, debemos trabajar nuestras relaciones interpersonales. Desde cambiar las estrategias defensivas que nos mantienen en este círculo vicioso, hasta fortalecer las formas en las que nos relacionamos con los otros, intentando construir vínculos seguros que disminuyan estos miedos.
- La culpa: sentimos culpa por muchas razones. Una de las que puede conducirnos a la depresión, es por ejemplo, construir una identidad basada en que somos “malos” y “dañinos”. Sentirnos culpables ante los acontecimientos negativos, nos da cierta sensación de control. Si algo es nuestra culpa, tenemos más poder sobre esto para cambiarlo. La culpa nos hace “vergonzosos” al no cumplir con el ideal de lo que queremos ser, que puede llevarnos a la depresión. En estos casos, es importante trabajar el sentimiento de culpabilidad, según cada caso, desarrollando mecanismos alternativos más sanos.
- Los déficits propios: podemos experimentar depresión, en el caso de sentirnos incapaces de lograr un deseo, por no contar con las capacidades intelectuales, sociales o instrumentales necesarias para obtenerlo. En este sentido, podemos establecer vías para desarrollar o potenciar estas capacidades están deficitarias, en caso de que sea posible. De lo contrario, convendría reenfocar o reajustar nuestras metas, a aspectos posibles y que nos produzcan satisfacción.
- Los problemas narcisistas: cuando la depresión está ligada a problemas en la forma en que nos percibimos y valoramos a nosotros mismos, puede venir de tres vías, relacionadas entre sí. En primer lugar, podemos tener una imagen devaluada de nosotros mismos, que nos impide vernos como “capaces”. En segundo lugar, podemos tener elevados ideales, porque los hemos “heredado” de un discurso familiar en el que se nos exigía demasiado, o porque éstos nos ayudan a compensar un sentimiento propio de inferioridad. En tercer lugar, podemos tener una consciencia crítica sumamente severa, con excesivas normas imposibles de cumplir para poder satisfacer ese “ideal” de nosotros mismos, en el que “nunca es suficiente”. Según cada una, es importante atender el elemento específico de nuestra autoestima, que nos hace sentir impotentes.
- La realidad exterior: a veces la realidad nos resulta realmente dolorosa, al impedirnos el logro de un deseo significativo, favoreciendo el sentimiento de impotencia y desesperanza. Por ejemplo, experiencias traumáticas, enfermedades, abandono, etc. Sin embargo, la realidad siempre es percibida desde nuestros ojos, por lo tanto, nos afectará en función de la forma en que lo hagamos. Ante los problemas y dificultades que tienen posibilidad de solución, es importante orientarnos a resolverlos, si éstos no tienen solución, es necesario atender las consecuencias generadas, expresar y canalizar las emociones y “aceptar” lo que no podemos cambiar.
Sean éstos u otros los caminos que nos hayan conducido a la depresión, siempre existen alternativas para resolverla, aunque en ese momento nos resulten “invisibles”. El acompañamiento psicológico a través de la terapia, es una potente herramienta que nos ayuda a encontrar las vías de escape a estos problemas ¡Busquemos ayuda!
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