Poetas naturales de la tierra, escondidos en surcos, cantando en las esquinas, ciegos de callejón, oh trovadores de las praderas y los almacenes, si al agua comprendiéramos tal vez corno vosotros hablaría, si las piedras dijeran su lamento o su silencio, con vuestra voz, hermanos, hablarían. Numerosos sois, como las raíces. En el antiguo corazón del pueblo habéis nacido y de allí viene vuestra voz sencilla. Tenéis la jerarquía del silencioso cántaro de greda perdido en los rincones, de pronto canta cuando se desborda y es sencillo su canto, es sólo tierra y agua.
Así quiero que canten mis poemas, que lleven tierra y agua, fertilidad y canto, a todo el mundo. Por eso, poetas de mi pueblo, saludo la antigua luz que sale de la tierra. El eterno hilo en que se juntaron pueblo y poesía, nunca se cortó este profundo hilo de piedra, viene desde tan lejos como la memoria del hombre. Vio con los ojos ciegos de los vates nacer la tumultuosa primavera, la sociedad humana, el primer beso, y en la guerra cantó sobre la sangre, allí estaba mi hermano barba roja, cabeza ensangrentada y ojos ciegos, con su lira, allí estaba cantando entre los muertos, Homero se llamaba o Pastor Pérez, o Reinaldo Donoso. Sus endechas eran allí y ahora un vuelo blanco, una paloma, eran la paz, la rama del árbol del aceite, y la continuidad de la hermosura. Más tarde los absorbió la calle, la campiña, los encontré cantando entre las reses, en la celebración del desafío, relatando las penas de los pobres, llevando las noticias de las inundaciones, detallando las ruinas del incendio o la noche nefanda de los asesinatos.
Ellos, los poetas de mi pueblo, errantes, pobres entre los pobres, sostuvieron sobre sus canciones la sonrisa, criticaron con sorna a los explotadores, contaron la miseria del minero y el destino implacable del soldado. Ellos, los poetas del pueblo, con guitarra harapienta y ojos conocedores de la vida, sostuvieron en su canto una rosa y la mostraron en los callejones para que se supiera que la vida no será siempre triste. Payadores, poetas humildemente altivos, a través de la historia y sus reveses, a través de la paz y de la guerra, de la noche y la aurora, sois vosotros los depositarios, los tejedores de la poesía, y ahora aquí en mi patria está el tesoro, el cristal de Castilla, la soledad de Chile, la pícara inocencia, y la guitarra contra el infortunio, la mano solidaria en el camino, la palabra repetida en el canto y transmitida, la voz de piedra y agua entre raíces, la rapsodia del viento, la voz que no requiere librerías, todo lo que debemos aprender los orgullosos: con la verdad del pueblo la eternidad del canto.
"...Ellos, los poetas del pueblo, con guitarra harapienta y ojos conocedores de la vida, sostuvieron en su canto una rosa y la mostraron en los callejones para que se supiera que la vida no será siempre triste...