¡Me aburro!
En la sociedad en que vivimos, parece no ser admisible el hecho de “no estar haciendo nada”. Nuestra agenda siempre tiene que estar repleta de actividades, tareas y compromisos. Por ello, es más fácil que nos aburramos al pasar un día entero en casa o hacer por varias horas lo mismo.
Pero más allá del aburrimiento en si, el problema radica en que no estamos satisfechos con nada. Imagina esta situación: Una persona que trabaja todo el día en una oficina se queja porque no tiene nada de tiempo libre de lunes a viernes. Llega el fin de semana y en lugar de aprovecharlo para sus tareas extras, dice que está aburrida. Ni que hablar cuando llega el domingo por la tarde y ya ha limpiado, hecho la compra, ordenado, visitado familiares, dormido, salido de copas, ido al cine, etc. ¡Me aburro! ¿y ahora qué hago? Son las dos frases más frecuentes.
Ahora bien, ¿Por qué es preciso siempre “hacer algo”? ¿No basta con quedarnos en casa mirando la lluvia caer, cómo juegan nuestros hijos o acariciar a tu mascota? Pues al parecer, no. El aburrimiento no es simplemente una falta de interés por las cosas a nuestra disposición, sino que existen causas más profundas, las cuáles fueron analizadas por los psicólogos.
Si te sueles aburrir por todo puede deberse a que no estás satisfecho con tu vida en general o con algo en particular. Por ejemplo, estar en tu casa con tus padres cuando te gustaría estar con tus amigos o estar preparando la cena cuando querrías estar en el cine con tu pareja.
Por otra parte, el hecho de estar aburrido habla de que nos hemos acostumbrado a la sobre estimulación. Eso no es bueno para nuestra salud, tanto física como mental. En algún momento de la jornada, el cuerpo y el cerebro necesitan descansar. Si el fin de semana te lo pasas de aquí para allá, entonces no esperes sentirte de buen humor de lunes a viernes.
¿Cuáles son los efectos del aburrimiento?
En primer lugar, afecta la percepción del tiempo. Miras el reloj y son las 12,15. Te quedas acostado mirando el ventilador de techo girar, piensas que ha pasado mucho rato y vuelves a revisar la hora: son las 12,17. ¿Cómo puede ser que sólo hayan pasado dos minutos? Si por el contrario hubieras estado conversando con tu amiga o de compras en el centro comercial, esos 120 segundos no significarían nada.
Haz el ejercicio de “no hacer nada” durante un tiempo y trata de adivinar cuánto ha pasado. ¡No vale contar los segundos! De esta manera, aprenderás a apreciar cada segundo, minuto y hora… regalos maravillosos que nada ni nadie puede devolverte.
En segundo lugar, el aburrimiento estimula la creatividad, por más de que no seamos de imaginar o construir demasiado. Claro, porque no se trata de algo negativo si sabemos aprovecharlo. Los investigadores tienen una respuesta (como casi siempre) a esto: estar aburridos es sinónimo de encontrarnos “atascados” en una situación, como que no podemos salir de un pozo en el que nos hemos caído y que nos será muy difícil alcanzar nuestras metas.
Podemos asumir una postura más positiva y entusiasta y “sacarle el zumo” a este estado. La mente empezará por si misma a crear, imaginar y ofrecer alternativas posibles para salir airosa. Muchos escritores han realizado sus mejores obras después de estar varias horas frente a su ordenador o máquina de escribir completamente “vedados” o “trabados”.
Y por último, el aburrimiento nos desvela un gran secreto: cómo somos en realidad. Solemos creer que está relacionado a la falta de actividades o de “cosas para hacer”, en un mundo tan estimulado como el que vivimos. Si embargo, algunos estudios revelan que se debe a la falta de conexión con nuestras emociones, es decir, que no nos conocemos realmente.
Las personas que más se aburren son las que más dificultades tienen para reconocer y manejar lo que sienten. Partiendo de la base de que el aburrimiento es una tendencia a conseguir satisfacción externa, es válido entonces afirmar que quedarnos solos con nosotros mismos conllevaría un problema para conocernos.
Por lo tanto, si te aburres demasiado, es un claro signo de que necesitas conectarte con tu mundo interior, pasar más tiempo en compañía de ti mismo y redescubrir qué es lo que sientes.
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