La cara falsa de la tristeza y los pensamientos negativos
Aunque no queramos, aunque luchemos contra ellos, aunque nos enojemos o nos frustremos, los pensamientos indeseados aparecen, como las nubes grises o negras que desatan una tormenta. Pero eso no es lo más importante, sino cómo logramos que el viento sople más fuerte y las disperse.
Si los malos pensamientos no te dan respiro, es momento de que llenes de aire tus pulmones y los envíes bien lejos. Así podrás dejar lugar a lo bueno, a las ideas positivas que suman. No trates de luchar contra el vendaval o el huracán, porque es inútil y puedes hacerte mucho daño.
Enfrentarte directamente con un pensamiento derrotista significa, de entrada, traerlo a tu conciencia. Es lo mismo que ocurre cuando tenemos insomnio y queremos por cualquier medio conciliar el sueño. La mente tiene esas paradojas que todavía no somos capaces de comprender del todo.
Al igual en otros contextos, con los pensamientos también existe el denominado “efecto rebote”. Algunas personas lo relacionan con las dietas o con bajar de peso, pero en este caso, hablaremos de lo que ocurre en nuestro cerebro. Así, cuanto más tratemos de eliminar los pensamientos indeseados, más difícil será lograrlo. Los mismo ocurre al querer adelgazar: cuánto más pensemos en ello, más complicado será tener el cuerpo deseado.
Pero no hay que sentirse triste por esto, ni tampoco “plantar bandera blanca”. Como ocurre en muchos ámbitos de la vida (por no decir la mayoría), la mejor manera que tenemos de reducir el impacto de los pensamientos negativos es haciendo “prueba y error”. Es decir, tienes que empezar a entrenar hasta conseguir soplar las nubes grises y disfrutar de un día soleado.
Una de las técnicas que podemos utilizar y aprovechar para que los pensamientos indeseados no sean la regla sino la excepción es detener el curso de nuestra mente.
¿Cuál es la lógica?
Los pensamientos no están en nuestra mente como elementos aislados. Así, es muy fácil que centrando nuestra conciencia en algo negativo terminemos pasado a las cosas negativas que hay alrededor de este pensamiento. Como cuando masticamos carne y ésta cada vez parece más complicada de tragar. Con los pensamientos pasa lo mismo, los masticamos y los masticamos hasta que envenenan por completo nuestro estado de ánimo.
Como resultado, de una pequeña bola de nieve que cabía en nuestra mano terminaremos formando un alud en la montaña. Este ciclo que parece no tener fin se hará cada vez más grande. Por ello, deja de “echar leña al fuego”, mejor vierte agua para apagarlo.
Aprende a dejar de preguntar y repreguntar sobre un asunto que sabes que no va hacia ningún lado, que no tiene solución o que no vale la pena preocuparte por ello en el momento en que estás. No hagas esto especialmente cuando vas a dormir, lo único que haces es sabotear tu propio descanso y vas a solucionar muy pocas cosas en ese momento.
Entonces, detiene el diálogo interior. O mejor dicho, derívalo hacia terrenos con menos piedras, más tranquilos y hasta divertidos. No cedas ante la provocación de tu “enemigo interior”.
Otra de las maneras que tenemos para callar las voces que no nos ayudan, es centrarnos en lo que ocurre en el presente, en el ahora y en el aquí. Una gran cantidad de pensamientos indeseados están relacionados o bien con lo que ya ocurrió (pasado) o lo que pasará (futuro). Y hasta pueden ser acontecimientos a varios kilómetros de donde nos encontramos. Muy pocas veces nos obsesionamos con lo que está pasando en este preciso instante.
Enfócate en el día a día, vive el hoy y recuerda: lo pasado, pisado, y lo futuro, es incierto. Realiza algo que te resulte placentero, no te preocupes por el ayer ni por el mañana, porque no puedes retrasar o adelantar el tiempo. Reflexiona si lo que estás haciendo ahora te servirá para conseguir lo que deseas que suceda y si vale de algo pensar en lo que ya pasó.
Por otra parte, es bueno que te concentres en lo que sientes, en tus emociones. Si ante un pensamiento negativo surgen el dolor, la tristeza, la melancolía o la ansiedad, ¿Para qué seguir aumentándolo? Si por el contrario, las ideas positivas te dan felicidad, tranquilidad y confianza ¡Mastícalas con placer, gusto y ganas!
Por otro lado, está comprobado que mientras estamos ensimismados en lo que ocurre en nuestro interior, no tenemos la capacidad para captar lo que pasa a nuestro alrededor. Es como si nuestros cinco sentidos se redujeran, se guardaran, se escondieran. Y si no prestas atención a la realidad, ¿Cómo puedes cambiarla?
Y por último, no dejes que el aburrimiento abra paso a los pensamientos negativos. Igual tú no eres una de estas personas, pero las hay que cuando no saben qué hacer la mejor idea que encuentran es empezar a rememorar los errores de su vida, las pérdidas, las tristezas. De hecho, hay personas que sienten que si no tienen su momento de melancolía en su vida no son personas.
¿Por qué? Pueden existir muchas razones, pero una muy poderosa es que es el estado de ánimo en el que están acostumbrados a vivir.
Puede parecer raro, pero si lo piensas no lo es tanto. Si muestras tristeza o la provocas, aunque no sea de manera consciente, probablemente las personas de tu entorno van a empezar a prestarte más atención. Ellas sin querer van a reforzar este estado de ánimo y pueden hacer que lo asociemos con cosas que nos gustan como son el cariño, las caricias, la conversación, etc. Con esto, no nos referimos a una teatralización o a una simulación, sino a un manejo inconsciente de nuestros pensamientos para conseguir algo que nos gusta.
Ésto es muy peligroso. Imaginaros una pareja en la que el chico o la chica siente que los momentos en los que más atención recibe es cuando está apenado/a y solamente cuando está en este estado de ánimo. Si esta estrategia le resulta muy efectiva y ninguna otra lo es, se encerrará en la tristeza, agrandará los problemas y terminará consiguiendo que el negativismo que al principio atraía a su pareja termine repeliéndola. Además, en este proceso habrá hecho que sus sentimientos sean muy dependientes de otra persona y, si ésta lo abandona, caerá a un agujero del que no es fácil salir.
Quién escribe el texto que ahora lees también tiene pensamientos negativos y un pozo en su mente al que tiene que intentar no caer cuando empieza una mala racha. Por eso sé lo difícil que a veces resulta. La tristeza es muy astuta porque sabe que es necesaria en nuestras vidas -como todas las emociones- y se disfraza de manera atractiva cuando la visitamos, para que nos casemos siempre con ella.
Báñate en el mar, resuelve los problemas y llora cuando lo necesites, pero no te confíes ni te entregues porque nuestra mente tienes mecanismos poderosos, aprendizajes que si los alimentas te pueden atrapar para siempre.
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