A la mar
La voluntad de Dios por grillos tienes, Y escrita en la arena, ley te humilla; Y por besarla llegas a la orilla, Mar obediente, a fuerza de vaivenes.
En tu soberbia misma te detienes, Que humilde eres bastante a resistilla; A ti misma tu cárcel maravilla, Rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.
¿Quién dio al pino y la haya atrevimiento De ocupar a los peces su morada, Y al Lino de estorbar el paso al viento?
Sin duda el verte presa, encarcelada, La codicia del oro macilento, Ira de Dios al hombre encaminada.
Francisco de Quevedo
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