Aquella noche de septiembre, fuiste
tan buena para mí... hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso
no debiste ser buena, no debiste.
Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste
Yo no sé lo demás... y para eso,
yo no sé por qué fui triste... tan triste!
Sólo esa noche de septiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios... y si fue dulce!
Y también fue una tarde de septiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.
César Vallejo (1893-1938)