No te rindas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda.
No te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje, perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo, correr los escombros
y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento.
Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero,
porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto.
Recuperar la risa, ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
(…)
Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
porque no estás solo, porque yo te quiero.
Mario Benedetti.
Si algo sabemos es que vivir a veces resulta complicado y que resistir ante el vaivén en alta mar lo es aún más. Mantente a flote, sé como aquellas ranas de Jorge Bucay que cayeron a una taza llena de crema desde la que no podían saltar.
Tras unos momentos pataleando una de ellas se rindió y dejó de mover sus patas, pues no encontraba sentido a demorar su muerte realizando un esfuerzo inútil.
La otra rana, sin embargo, pensó que merecía la pena pelear hasta el último segundo de su vida y siguió moviendo sus patitas cada vez más deprisa. Así que de repente, sorprendida, empezó a notar cómo la crema se convertía en manteca fuerte y dura, permitiéndole coger impulso y salir de aquella taza.
Hablamos de la resiliencia, resiliencia significa no concebir seguir caminando como imposible, caerse mil veces y levantarse mil y una. Sé fuerte, resiste y trabaja por pelear porque la dificultad de algo aumenta en la medida en la que dejas de intentarlo y la vida es lo que ocurre hoy, no mañana.
Te preguntarás si sigue mereciendo la pena y lo cierto que el hecho de que lo haga es la clave de tu éxito. Te preguntarás si la sonrisa que esbozas soñando es realmente sincera y si la inercia es la que guía tus pasos. Pues bien, esa sonrisa es tu garantía, son los destellos de tu valentía; cuando estamos absortos no sonreímos si en nuestro interior ya no queda ilusión y alegría por nuestro objetivo.
Las ganas de abandonar también forman parte de nuestra fortaleza, nuestra paciencia y nuestra persistencia; porque después de un “no puedo” llega el “venga sí, que sigo”, como el ave fénix resurgía de sus cenizas.
La resiliencia, esa capacidad para no rendirnos ante las adversidades y conseguir adaptarnos, es nuestra mejor arma ante el agotamiento y la resistencia que nos ofrece la vida. A veces no consiste sólo en hacerlo bien y tenemos la obligación de rozar la propia perfección para seguir respirando; pero esto es porque nuestra naturaleza no es quedarnos quietos, eso lo hacen las piedras, nosotros evolucionamos y nos protegemos de la lluvia y nos calentamos ante el frío.
Lo cierto es que ganar la batalla no es lo que más huella deja, lo que influye realmente es la batalla en sí y el prepararte para ella. Te sugiero que busques una palabra para recordar cuál es tu lucha cada día o una simple letra que te apoye, la C de Coraje, la P de Perseverancia, la S de Superación, la A de Aguante… Elígela según cuál sea tu bache y permítete soñar, pues los sueños son nuestros anclajes con la vida.
Cuando los japoneses reparan objetos rotos, realzan la zona estropeada rellenando las grietas con polvo de oro. Este arte se llama Kintsukuroi y el resultado es que la pieza dañada no solo queda reparada sino que se hace aún más fuerte que anteriormente.
En vez de ocultar sus defectos y grietas los resaltan y embellecen, puesto que ahora se ha convertido en la parte más fuerte y linda de la pieza. Así deberíamos de sanar y reparar nuestras heridas por las caídas de la vida, convirtiéndolas en nuestra parte distintiva, nuestra verdadera belleza. Las arrugas de nuestra piel no son sino las marcas de una gran vida y de muchas historias que contar.
Es importante que nos permitamos el colapso, tocar fondo nos da excesivo miedo. La clave está en no dejar el barco a la deriva, no amoldarnos ni dejarnos llevar, lo realmente valioso es lo que cuesta, es en lo que ponemos el corazón.
Derribar los muros más inmensos abre ante nosotros un nuevo horizonte y permite que nos pongamos otras gafas para contemplar la vida y seguir subiendo en silencio peldaños tan costosos como los anteriores que, además, dejarán un abismo ante nosotros.
Entonces, cuando escuchemos el eco desesperado del vacío, oiremos que nuestra vida nos dice: “Resiste porque serás feliz, pero primero te haré fuerte”.
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