Tu vida, tus reglas
Cuando éramos niños, fuimos educados por los adultos de nuestro alrededor. Ellos se encargaron de transmitirnos sus ideas y enseñarnos todo lo que sabían. Mientras nos educaban, decidían por nosotros. De esa forma nos enseñaron que cosas estaban bien y cuáles no.
En la educación formal sucedió algo similar. Siempre tuvimos, quién nos indicara qué debíamos estudiar o decir. Y luego, decidían si estábamos preparados para avanzar.
Ahora, es tu vida. En tu vida sólo hay un jefe: tú. Tú eres tu propio jefe y no debes permitir que nadie mande en tu vida. Dentro de ti, sólo hay lugar para un pasajero, y eres tú. Trata de visualizar, aunque parezca raro, que tú eres el pasajero pero también el piloto. El rumbo que toma tu vida, es decisión tuya.
No es cuestión de hábitos. Si observas, realizas muchas cosas por costumbre. Cosas que quizás ni te importan. Es hora de que revises por qué tienes esos hábitos y de dónde surgen. La mayoría de ellos son heredados y algunos pueden ser muy buenos, porque te dan un sentido de pertenencia y valoran conocimientos ancestrales irrefutables.
Estos hábitos o costumbres, no son necesariamente malos y no siempre hay que renegar de ellos. De lo que se trata, es de adoptarlos por decisión propia cuando estás convencido de que es lo mejor para ti.
Imponer tus reglas
Llegó el momento en el que tienes que hacer de tu propia guía y de escoger un camino, tu camino. Para ello, debes marcar y definir claramente cuáles van a ser las reglas que marquen tu rutina. Tal vez estés pensando: “si soy mi propio jefe no voy a ser tan estricto”. Gran error. Tus propias reglas te llevarán al orden. Te transformarás en una persona con los objetivos definidos y el camino hacia ellos bien trazado.
Muchas veces, es difícil aceptar una nueva forma de vida, no solo para ti, sino también para tu entorno. Algunas personas esperan de ti un comportamiento determinado, o ciertas respuestas ante algunos hechos. Acéptalo tú primero y luego los demás no tendrán otra alternativa.
Las reglas no te limitan
Es fácil creer que si tienes una vida demasiado estructurada, es muy limitada. No es así. Las reglas y el orden te dan más libertad. Lo importante, es que tú tengas claro cuál es el camino y te fijes reglas claras, seguro que podrás hacer muchas cosas más.
Tu vida te pertenece, tu debes gobernar en ella y tomar las decisiones correctas, para llegar a un buen destino.
Cuando te riges claramente por tus reglas, las cumples todos los días y estás a gusto con tu forma de actuar, la disciplina llega sola. Es algo que se trabaja y que muchas veces te puede dar un poco de pereza, pero te va a reconfortar mucho obtenerla.
Cuando tengas disciplina en tu vida, vas a sentirte en equilibrio. El equilibrio es la consecuencia y el mejor camino para alcanzar tus objetivos, llegar a cumplir tus deseos más grandes y sentirte realmente feliz. El equilibrio se logra respetándote a ti mismo.
Si tienes un camino trazado y unas reglas establecidas trata de no modificarlas muy de seguido. Está claro que alguna puede resultar incómoda y entonces tendrás que rediseñarla. Y también, recuerda que existe aquello de la “excepción a la regla”.
Tú defines tus resultados
Como es tu vida y son tus reglas, tú eres el único responsable del resultado. Depende sólo de ti hasta dónde puedes llegar. Recuerda que eres piloto y pasajero, debes tener la capacidad de mandarte y obedecerte al mismo tiempo. Sé que es difícil, pero con disciplina todo lo puedes lograr.
Es paradójico, ya que si tú logras aceptar tus propias reglas, ser tu propio jefe y tener buena disciplina, tu vida no tendrá límites. Te sentirás tan en equilibrio, que podrás ver e imaginar soluciones que no habías creído posibles. La clave es analizar las actividades cotidianas y expandir las creativas. Es tu vida, no temas crear y delimitar lo que quieres.
lamenteesmaravillosa.com