Reducir la ira para desarrollar la empatía
La ira es un problema generalizado que todos experimentamos. Manejar la ira es una habilidad algo compleja que hay que trabajar. Aunque ahora no vamos a hablar de cómo manejarla, sino de cómo reducirla a través del desarrollo de otra habilidad fundamental: la empatía. Y es que la empatía es crucial para reducir la intensidad y frecuencia de los ataques de ira.
Las personas con problemas de ira importantes tienen dificultades con la empatía y el perdón. Sin embargo, la empatía es una habilidad que puede ser desarrollada y cultivada con el tiempo. La empatía es en parte inconsciente y automática, pero también es posible hacer una elección consciente y desarrollarla con la práctica.
Empatía consciente
La capacidad de sentir empatía comienza en el nivel inconsciente. Sin embargo, se puede desarrollar como habilidad consciente cuando una persona es capaz de entender los sentimientos e intenciones de otra persona. Por lo tanto, es posible volver a entrenar nuestro cerebro y ser más empático con esfuerzo y con una práctica consciente.
Para el desarrollo de la empatía, las experiencias pasadas de la persona dan una pista importante que facilita un conocimiento preciso, ayudando a comprender su mundo interior y su estado actual.
Cuando alguien está llorando, se podría pensar acerca de su situación y las cosas que le hacen sentir triste. Y cuando sientes el dolor del otro, te sientes triste también. La experiencia de cada uno es única, por lo que relacionarla con la propia experiencia puede no ser suficiente: la otra persona podría estar triste por diferentes razones que tú no entiendes o sobre las que no tienes conocimiento.
Liberarse para sentir empatía
Para ser empáticos, es necesario airear nuestros prejuicios. Con el fin de evaluar el dolor de la otra persona, hay que llegar a ella, conocer su vida, atender lo que tiene que decir, escuchar sus sentimientos y mantener una atención plena en el discurrir de la conversación.
Una vez que la persona se abre, puedes ser capaz de saber qué es exactamente lo que le está molestando. Este tipo de empatía requiere de un tipo especial de conexión. Un canal que a veces cuesta mucho abrir pero que se vuelve más fluido con la práctica.
En este contexto, es importante entender que la empatía también implica la comprensión de pensamientos y acciones, y no solo las emociones. Para ser empático es necesario ir más allá de los sentimientos y también entender la manera de pensar, las intenciones y la percepción sobre el mundo de la otra persona.
Esto es lo que se llama preocupación empática. Las personas que son empáticas también tienden a mostrar mayor preocupación empática para otras personas.
Por lo tanto, si estás enfadado con otra persona, y que quieres reducir la intensidad de dicho enfado, es necesario que desarrolles ambas habilidades: la empatía y la preocupación empática. La empatía reduce la ira, ya que elimina los juicios negativos. Por su parte, la preocupación empática también reduce la ira, porque las respuestas tienen en cuenta las necesidades del otro, y ayudan a reducir esas reacciones viscerales que caracterizan los ataques de ira.
Comprender al otro
En esencia, la empatía es una habilidad que se puede desarrollar y mejorar. Cuando se consigue, se adquiere una mejor comprensión del mundo interno de la otra persona. Gracias a la empatía se puede reducir la ira porque se puede sentir más sensibilidad hacia las dificultades, problemas o situaciones que afectan al otro.
Hay una correlación negativa entre la empatía y la ira. La ira tiende a disminuir la capacidad de la persona para ser empático. Pero si muestras empatía con la otra persona, lo más probable es que no te enfades con esa persona. Así, la empatía tiende a inhibir la ira y la agresión, facilitando la comprensión y dandoles coherencia a los comportamientos de los demás.
¿Coherencia? Sí, algo que no tiene nada que ver con la justificación sino con la compresión de las razones que producen un comportamiento. Así, por ejemplo, entender las reacciones que motivan una agresión puede ayudar a impedir que no se vuelva a producir.
La capacidad para calmarse
Hay que tener en cuenta que la ira hace que las personas tengan dificultades para calmarse. Y la calma es crucial para la empatía, para poder entender efectivamente los pensamientos, sentimientos e intenciones del otro. Así, al mostrar empatía con la otra persona, se pueden disminuir las reacciones violentas.
Cuando la persona está enojada y su corazón late muy fuerte, es difícil tener en cuenta los pensamientos de la persona, sus sentimientos e intenciones. Esto, a su vez, intensifica la ira y hace que se juzgue mal a la otra persona. Eso hace que se le asigne una etiqueta a esta persona, por lo que todas sus acciones se verán a la luz de esa creencia errónea. Por eso es también importante trabajar en sus etiquetas y ser más objetivo para cultivar la empatía y la preocupación empática.
Por otra parte, las personas enojadas tienden a multiplicar su hostilidad porque siente el deseo de castigar a los que han hecho que se enfaden. En lugar de tratar de consolar a la otra parte, muestran esa ira y hostilidad y quieren venganza. Esto interfiere con la preocupación empática. En este sentido, algunas personas manifiestan ira como una forma de evitar sentirse tristes por el dolor de otra persona.
Diferencias en las formas de reaccionar
Existen diferencias individuales en cómo la gente puede hacer frente a las provocaciones de la ira y reacciones agresivas. Algunas personas tienen una mejor capacidad para manejar la ira de otra persona. Tienen una mayor capacidad de percibir el dolor, la vergüenza, la culpa, la tristeza, la soledad y los temores que les hacen enfadarse.
Estas personas son capaces de ponerse en sus zapatos y de entender su perspectiva, de controlar sus reacciones y empatizar con la persona que está enfadada. Pueden relacionarse mejor con la persona enojada y tienen mejor capacidad de llevarse bien con los demás.
Sin embargo, otras personas son más sensibles e interiorizan mucho los enfados. También tienden a retirarse de aquello que para ellas es desagradable, inhibiendo la expresión de sus sentimientos y, por lo tanto, alejándose de una comunicación asertiva.
La clave para reducir la ira
Una vez que desarrollamos la capacidad de comprender el dolor de los demás y la dinámica subyacente de los comportamientos de ira de otra persona, es más fácil hacer frente a esa reacción y llevarse bien con ella.
Estar a la defensiva y justificar el enfado puede ser contraproducente y no te hará una persona empática. Trata de escuchar los sentimientos de otras personas y muestra sensibilidad hacia los demás para desarrollar la empatía y la preocupación empática.
La vida es demasiado corta para desperdiciarla por estar constantemente enfadado y agresivo. La venganza o el sentirse por encima de los demás no lleva a ningún sitio bueno. Para conseguir controlar esa ira que este tipo circunstancias y otras provoca, la clave reside en desarrollar las habilidades necesarias en el trato con los demás.
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