Un día inolvidable
Las relaciones actuales destacan por su falta de continuidad y su naturaleza quebradiza
Melanie (Michelle Pfeiffer) es una arquitecta divorciada que debe hacerse cargo de su hijo. Su ritmo de vida, y su carácter frío, hacen que no esté interesada en nuevas relaciones sentimentales. Por otro lado, Jack Taylor (George Clooney) es un periodista, también divorciado, cuyo carácter irresponsable debe amoldarse al cuidado de su hija. Una mañana el destino de Melanie y Jack se cruzarán y sus vidas ya no volverán a ser iguales.
El film de Michael Hoffman (“Restauración”) es un homenaje a las comedias románticas de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Lo que aporta “Un día inolvidable (One fine day)” es una visión contemporánea de las relaciones de pareja. Clásicos como “La Costilla de Adán” o “La fiera de mi niña”, por poner sólo dos ejemplos, hablan de relaciones típicas de aquella época en las que se habla de parejas en las que, desde el amor, tanto el hombre como la mujer deben aguantarse mutuamente.
En este título la sociedad reflejada es bien distinta; los protagonistas son dos divorciados que están tan centrados en sus trabajos que se olvidan de interactuar con los demás con una intención de naturaleza sentimental. Son el fruto de una tendencia común en la que priman la separación y la progresión profesional. El fracaso sentimental se antepone al fracaso profesional, considerando éste último como una de las mayores desgracias que se puedan padecer.
El fracaso está presente en nuestras vidas. Lo queramos ver, o no, la ruptura es el final de muchas relaciones. Esta costumbre empezó a extenderse en los EE.UU. a lo largo de las décadas de los sesenta y setenta, y, a día de hoy, España se encuentras entre los primeros países de Europa en lo que a número de divorcios se refiere.
La crisis, que empezó en 2007, frenó esta tendencia, lo cual no evita que nos hagamos la siguiente pregunta: ¿Debemos replantearnos los fundamentos de la convivencia?, ¿Es normal que un matrimonio pueda durar cincuenta años? ¿La sociedad de hoy exige otro tipo de relaciones?
El individuo social contemporáneo parece darle más valía a su trayectoria personal. Hablamos de individuos, literalmente. Incluso podemos ver a nuestro alrededor (familiares, amigos, etc.) prototipos de “Hombre Isla”, tan bien encarnado por Hugh Grant en “Un niño gande”; Hombres y mujeres educados por y para recorrer su camino.
El éxito se nos ha presentado como la consecución de objetivos unipersonales. Si en este camino unidireccional se presentan pequeñas bifurcaciones, vidas de otras personas, pues bien, lo olfateamos, y seguimos nuestro periplo.
¿Somos capaces de sacrificar nuestro plan vital por otra persona? Si esta cuestión aparece en nuestra mente es porque, en primer lugar, hay una persona por la que seríamos capaces de sacrificarnos. Pero esta cuestión también tiene adherido el siguiente postulado: la otra persona no quiere sacrificarse por nosotros ó nosotros no le hemos pedido que lo haga.
También existe la posibilidad de que, sencillamente, el Ser Humano no esté preparado para convivir con alguien de su especie más de treinta o cuarenta años, por poner un caso. No hay que olvidar que somos animales, civilizados la mayoría, pero animales al fin y al cabo.
Nuestra naturaleza primigenia es polígama y nómada, aunque el mismo Ser Humano ha ido transformando su instinto para convertirse en lo que es hoy. Estos cambios han ido de la mano de lo que hacía sentirnos cómodos: el sedentarismo, la seguridad y la confianza. ¿Cómo serán las relaciones dentro de cien años? Quién sabe. Viviremos más y puede que lo normal sea que, al final de nuestra existencia, contemos con dos o tres divorcios a nuestras espaldas.
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