Las lágrimas que no lloré, la tristeza que no atendí
La contención emocional es algo que todos hemos experimentando con mayor o menor frecuencia. En ocasiones, es hasta ese rasgo que forma parte de nuestra educación y que nos inculcan desde niños con aquello de “no llores, las personas mayores y fuertes nunca muestran sus lágrimas”.
Es posible que a partir de ese momento hayamos buscado siempre pequeños rincones de soledad donde desahogarnos, donde dejar escapar nuestra voz y ese dolor que siempre debe aflorar para encontrar alivio, para descargarnos y avanzar de nuevo. Es algo saludable y como tal, es necesario.
No obstante, hay quien no sólo evita el desahogo emocional, sino que además, ya sea por la educación recibida, o por su propia personalidad, prefiere no ver y no sentir. Los fracasos se asumen levantándose cada mañana de nuevo, y a la fuerza. Las traiciones con el olvido, y la tristeza, es eso que se enmascara con una sonrisa y con otras actividades catárticas que nos permitan volver el rostro a esa voz interior.
La contención emocional es el reverso de la comprensión emocional. Alguien que esconde es alguien que no quiere entender los laberintos de esa red emocional que lo definen como persona, porque admitir nuestra fragilidad es también aprender a ser fuertes. Es conocimiento frente a negación, frente a flaqueza.
Contención emocional, un paso hacia el abismo
La contención emocional significa literalmente, el acto de contener o moderar los propios impulsos, instintos, pasiones o sentimientos. Es pues, esconder algo en el interior y callarlo no solo a ojos del mundo, sino también a nosotros mismos. ¿Por qué razón? En ocasiones es complicado entender el por qué, los psicólogos nos hablan de patrones educativos, de procesos sociales, psicológicos y hasta biológicos.
Sin embargo, el término la comprensión emocional nos adentra ya en la antítesis de todo lo anterior, acercándonos a esa dimensión en la cual, se ensalza la inclusión, la cercanía y la empatía con los demás y con uno mismo. Es el conocimiento más útil, el más valioso que podamos tener: el conocimiento emocional.
No obstante, la pregunta sería la siguiente: ¿Por qué elegimos callar la tristeza? ¿Por qué nos es más útil en ocasiones la contención emocional?
1. Es un mecanismo de defensa. Si yo no reacciono ante tu traición, a tu engaño, y elijo pasar página lo antes posible sin detenerme a pensar qué siento, evito reconocer que me has hecho daño, y por lo tanto el dolor, a mi parecer, será menor.
2. Es una estrategia de autoprotección. Si yo escondo mi tristeza y mi dolor, evitaré parecer una víctima a ojos de los demás. Porque evidenciar mi dolor emocional es mostrarme vulnerable, es perder el control y eso es algo que no todos aceptan o pueden gestionar.
3. Desconocimiento emocional. Puede parecer sorprendente, pero hay personas que por las razones que sean, no se han visto expuestas al sufrimiento, al fracaso o a la decepción. Pensemos por ejemplo en muchos de nuestros jóvenes, educados en una cultura donde se les cubre toda necesidad, y donde desarrollan una resistencia muy baja a la frustración. Si el día de mañana experimentan una pérdida o un fracaso sentimiental, lo más probable es que o bien se sientan desbordados o simplemente “bloqueados”. Ahí donde sencillamente, se opta a la negación o la contención emocional.
Las lágrimas que no se lloran hoy, serán vacíos insondables el día de mañana. Las tristezas no reconocidas, nos acercan poco a poco al borde de un abismo en el cual, acabar cayendo en forma de enfermedad o trauma.
¿Cuál es el modo más adecuado de hacer frente a las tristezas y decepciones?
Hemos de tomar conciencia de que la felicidad no viene con garantía de duración. La aceptación del momento presente, con todos sus tonos grises, es un modo de vivir con mayor integridad y equilibrio emocional, ahí donde asumir la tristezas como una parte más de la vida, también de nuestro crecimiento.
En ocasiones, las personas tenemos una afinada habilidad para separar nuestra realidad interior de la realidad exterior. Nos dejamos llevar por el rumor diario, por el trabajo, por los instantes de ocio, por la rutina, sin comprender que somos solo “un retazo de nosotros mismos”.
¿La razón? Hemos desconectado de nuestras emociones, de nuestro ser interior camuflándonos con un falso bienestar. Es entonces cuando aparecen las migrañas, el cansancio, esos dolores de cuello y espalda que encubrimos a su vez con analgésicos, sin ver que son síntomas.
Síntomas de la infelicidad, de unas lágrimas no lloradas cuando tocaban, de una tristeza que no quisimos reconocer y gestionar, y que ahora, nos ha vuelto prisioneros.
Nunca dejes para mañana las lágrimas que puedas llorar hoy. La rabia se desahoga, la pena se llora y los fracasos se analizan y se asumen, no se esconden. La comprensión emocional es una forma de liberación que debemos practicar cada día.
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