El mundo, la sociedad actual, en realidad es un caballo desbocado que camina hacia el precipicio y, lo que es peor, dicho mal no lo pueden remediar los políticos ni el dinero. Lo que está sucediendo en el mundo tiene mucho que ver con el propio individuo que, inocentemente creíamos que estábamos tocando el cielo con nuestras manos y nos olvidábamos de nuestras actitudes; nadie nos preguntábamos si era buenas o malas; actuamos sin temor y, lo que es más triste, sin compasión hacia nosotros mismos.
Decía Bertolt Brecht, el inolvidable filósofo alemán que, el mundo era perfecto; qué éramos los mortales los que lo embrutecimos con la avaricia, entre otros muchos males. Nada más cierto que el axioma de este hombre para hacernos reflexionar.
La avaricia es la que nos ha impedido vivir como si nunca fuésemos a morir y, a su vez que muramos sin haber vivido.
La avaricia nos ha obligado en ansiar el futuro sin reparar en el presente y, en dicha necedad, que no hayamos vivimos ni el futuro no el presente.
La avaricia no nos permitió ser niños y queríamos crecer rápido para, como se demuestra a diario, pasados los años nos la pasamos buscando al niño que perdimos.
La avaricia nos obligó al desperdicio de la salud queriendo amasar dinero para, pasados los años, invertirlo en la búsqueda de la salud que perdimos.
La avaricia nos impide la bella lección de amar a nuestros semejantes cuando, en realidad, lo bello es dejarnos amar.
La avaricia nos arrastró hacia el precipicio de tener mucho cuando, lo importante no es lo que tenemos, más bien, a quién tenemos.
La avaricia nos abocó por el sendero de la acumulación para competir por ello cuando, la verdadera riqueza no tiene nada que ver con el dinero.
La avaricia nos incita a tener mucho dinero sin que jamás percibiéramos que, con dinero podremos comprar muchas cosas, todo, menos la felicidad.
La avaricia nos hacer ver lo que entendemos como un bello físico, sin reparar que lo que en verdad enamora es la personalidad.
No permitamos que la avaricia nos aleje de la vida puesto que, el que no la valora algún día se lamentará de no haberlo hecho y se lamentará de haber perdido, en su camino, un tesoro irrepetible.
Que la avaricia nunca sea un impedimento para la felicidad, al tiempo que comprendamos que si queremos ser felices, como primera enseñanza tenemos que hacer felices a los demás.
Que la avaricia nunca arruine un espléndido presente como el que tenemos en la búsqueda de un futuro oscuro e incierto.
Que la avaricia jamás te haga olvidar que, en un momento determinado puedes recibir la visita de alguien que te ama y que te trae buenas noticias.
Toda la filosofía de la vida, la que queramos soñar, entender o ver, queda resumida en un aforismo de Facundo Cabral. “Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos aunque fuera por negocio” Si siguiéramos la enseñanza de Cabral no harían falta políticos, ni policías, ni existirían cárceles, ni aparecían depresiones en el ser humano. Por tanto, todos, sin distinción y sin pretenderlo llevamos dentro un caballo desbocado que, como se ha demostrado nos ha llevado hacia el precipicio.
Facundo Cabral
Transcrito por Amaly
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