¿Sabes qué es la realidad, lo que es verdad y lo que es mentira en este mundo de experiencias?
Como expuso Inmanuel Kant “Solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”. Kant con esta afirmación hace un giro copernicano, una revolución que supone un cambio de perspectiva, donde no existe la realidad en sí misma, puesto que cada sujeto es activo y transforma la realidad conforme a su propia experiencia.
Kant menciona que el conocimiento solo podemos comprenderlo a priori si admitimos que solo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas.
Gracias a la aportación revolucionaria de Kant, entendemos que somos sujetos activos en nuestra propia experiencia. No existe una realidad única que nos influya como sujetos pasivos, por lo que no somos esclavos de nuestras circunstancias.
Somos creadores de nuestra experiencia
Somos dueños y responsables de lo que nos sucede por ende toda experiencia es una repercusión, una devolución de nuestros pensamientos, de nuestro estado emocional y de la actitud que decidimos tomar en cada momento.
Seguramente habréis tenido la ocasión de experimentar que dependiendo de lo receptivos que nos encontremos, atraemos a nuestra vida situaciones más beneficiosas o perjudiciales. Dependiendo del grado de apertura y de dónde estamos poniendo el foco de atención conseguiremos atraer experiencias que estén en consonancia con la energía que estamos poniendo en nuestro ambiente.
Esto sucede también a nivel interno, nos debilitamos y contraemos enfermedades más fácilmente si nuestros pensamientos nos llevan a creer que somos títeres de las circunstancias y que nada podemos hacer ante ellas.
Cuando existe una sucesión continua de experiencias desagradables, no significa que la vida se haya puesto en nuestra contra; más bien significa que de alguna forma estamos boicoteando nuestra experiencia, a través de la energía que movilizamos con nuestros pensamientos y nuestros actos.
No existen las malas o buenas experiencias, existen tan solo las experiencias que cada persona bajo las mismas circunstancias podrá darle múltiples significados diferentes, sacar diversos aprendizajes y salir adelante de un forma reforzada, o anclarse en lo sucedido y autodestruirse poco a poco.
No somos esclavos de nuestro pensamiento ni de nuestras emociones
A diferencia de lo que muchas personas puedan creer, podemos controlar nuestros pensamientos y podemos entregarnos a nuestras emociones para que no se estanquen.
El pensamiento queda muchas veces arraigado a lo que está acostumbrado, nuestras redes neuronales se fortalecen y de forma automática se activan generando pensamientos desagradables ante cualquier situación, si hemos reforzado esta actitud.
En el momento que no nos hacemos conscientes de esto, acabamos siendo esclavos de lo que pensamos, creyendo que no hay forma de salir de nuestros pensamientos que nos generan malestar, y nos llevan a realizar acciones que confirman el estado de nuestra actitud.
No empleamos la energía suficiente hacia lo que queremos conseguir, por lo que obtenemos resultados frustrantes, y a continuación nos preguntamos ¿por qué nunca consigo lo que quiero? ¿Por qué todo lo malo siempre me pasa a mí?
Y nos enganchamos a ese círculo vicioso creándonos una mayor impotencia, que no es debida a las propias circunstancias en sí, sino a cómo nosotros hemos respondido ante la situación y cómo nos hemos entregado a ella.
Tomando conciencia de que creamos nuestra propia realidad, y no somos unos títeres de las circunstancias, es la única forma de cambiar el pensamiento y modificarlo; en el propio momento en el que nos damos cuenta que una vez más nos estamos boicoteando.
Solo nosotros podemos cambiar eso, la realidad en cómo vemos las cosas y cómo se nos presentan. El estado emocional, a su vez, también se adaptará en función a cómo entendemos cada una de nuestras experiencias, cómo las vivimos y asimilamos incorporándolas en nuestro aprendizaje.
Porque tampoco hay emociones buenas o malas, simplemente reacciones necesarias ante lo que experimentamos. Son indicadores de lo que nos ocurre, y atenderlas nos ayuda a un mayor conocimiento hacia nosotros mismos.
Sintiendo, las emociones se liberan, fluye la energía dejando paso así a sentir las nuevas experiencias.
Cuando nos aferramos a taponar una de las emociones por no querer sentirla, considerándola como inapropiada o negativa. Estamos dándole una mayor fuerza, aumentando su intensidad y contagiando a las demás emociones, de tal forma que se produce un desequilibrio.
Construimos nuestra realidad, le damos forma, somos los propios arquitectos de nuestra experiencia, ¿estás dispuesto/a a asumir la responsabilidad?
Seas consciente o no, tú eres el creador de tu realidad y de tu propia experiencia, que se desarrolla como una respuesta a los pensamientos y emociones que has puesto en marcha.
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