Merecer algo se dice hoy en día con tanta facilidad que ha perdido su significado. ¿Hasta qué punto puedes decir que te mereces tener más de lo que tienes? ¿Por qué te mereces algo mejor? Gracias a los reclamos publicitarios y a influencias de todo tipo resulta que todos nos merecemos algo mejor, simplemente “porque tú lo vales”.
Es fácil quedarse atrapado en el ciclo del “merecer”, casi tan fácil como alcanzar un estado de frustración provocado por no tener eso que uno se cree que se merece, pero que no sabe por qué. Si todos lo tienen, ¿por qué yo no? Si ellos lo consiguen, ¿por qué yo no? Si yo valgo más porque soy “esto” o porque tengo “aquello”.
Esto se ve alentado muy a menudo por los demás que, con la intención de dar ánimos, sacan a relucir los merecimientos. Y es peor aún cuando se establece una comparación cuando es otro el que se lleva lo que tú querías.
¿Por qué te lo mereces?
Cuando reclamas algo como un merecimiento propio debes saber primero por qué. ¿Te lo has ganado? ¿Has sido realmente el mejor? ¿Realmente tienes derecho a ello?
¿Por qué crees que tienes que ser más que los demás? ¿Quién te da derecho a pensar que otros valen menos que tú?
Podríamos darle mil vueltas a estas reflexiones, plantear decenas de preguntas. Y todas llegarían a un mismo destino: merecerse o no merecerse algo no es un derecho con lo que nacemos.
Comparar con los demás no sirve de nada
Te puede parecer que hay quien tiene más que tú, que ha conseguido más aún mereciéndolo menos. Puede ser verdad o no; eso es algo subjetivo, como ya hemos visto. ¿De qué te sirve castigarte a ti mismo con esa idea? El hecho es que tú no lo tienes, no lo has conseguido.