“Te he buscado para saber quién soy, y yo no sé quién soy”
(Hanni Ossot)
Desde que somos pequeños, vamos forjando nuestra identidad poco a poco. A veces, nos dejamos llevar por la fuerte personalidad de los demás, hasta que al final logramos descubrir nuestra propia identidad. Una identidad única, nuestra, propia que alimentaremos de forma positiva hasta el fin de nuestros días.
Pero, ¿qué ocurre cuando no tenemos muy claro quienes somos? Las dudas nos abordan, nos sentimos inseguros y empezamos a sentir que existimos sin existir. Una serie de pensamientos que nos dirigen a un vacío y a una soledad aterradora.
Algunas de las preguntas trascendentales que nos abordan durante un periodo en el que dudamos de nuestra propia identidad y con las que sentimos dudas y desconciertos son: ¿quién soy?, ¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿hacia dónde me dirijo?, etc.
¿Estoy sufriendo una crisis de identidad?
A lo largo de nuestra vida, pasamos por varias crisis. Esto no quiere decir que sean negativas, sino todo lo contrario.
Las crisis pueden ayudarnos a encontrar
el camino correcto y
a fortalecer nuestra personalidad
Hay ciertas edades en las que es difícil escapar de estos periodos de crisis:
-La etapa de la adolescencia: una etapa complicada, donde cada persona pasa a convertirse en adulto. Aquí se producen varias crisis de identidad, pues cada uno de nosotros está buscando su propio yo. Rebelarse contra todo y todos, hablar mal, dejarse llevar por las amistades… Todo esto tiene una explicación: buscar quién eres realmente.
-Cuando llegan los 40: una edad en la que ya hemos vivido varias experiencias y hay un punto de inflexión. Nos hacemos mayores y en un afán de recuperar esa juventud que se queda atrás, no sumimos en una crisis en la que muchas veces no sabemos por qué actuamos como lo estamos haciendo.
Estas son algunas de las crisis más habituales. Las dos etapas críticas de la vida donde nos sentimos perdidos, vacíos, sin expectativas y desorientados. Dos etapas en las que esta crisis quizás sea necesaria para reafirmarnos como la persona que somos.
Cuando sucede durante la adolescencia es algo bastante aceptado. Además, aún somos niños y por lo tanto, actuamos como tal. Pero, ¿qué ocurre a los 40? que actuamos como si fuésemos jóvenes, con ganas de experimentar en la vida, perdidos…
Estos periodos de crisis no deben asustarnos, aunque verdaderamente lo hagan. En ocasiones, son muy necesarios para seguir construyendo nuestro propio yo, nuestra propia identidad.
Pueden ser periodos duros e inestables que puede durar bastante tiempo. Pero, cuando terminan, renacemos con una identidad mucho más fuerte.
Un paso necesario para la construcción del yo
“No estamos vivos sin un sentido de identidad”
(E. H. Erikson)
Como hemos dicho, las crisis son necesarias para seguir construyendo nuestra propia identidad.
Es un momento de cambio que, si no estamos preparados para afrontarlo, provoca que nos rebelemos de diferentes formas. Los cambios de humor, la gran inestabilidad emocional que padecemos es lo que nos delata.
Este periodo pasajero de inestabilidad y desorganización puede aparecer no solo en las etapas más conocidas y de las que ya hemos hablado, sino en muchos más momentos. Por ejemplo, ante la muerte de un ser querido, la pérdida de un empleo o un divorcio.
Estas situaciones que vivimos provocan que tengamos que mirar hacia nosotros mismos y descubrir cómo afrontarlas de la mejor manera. Son momentos que muchas veces nos superan y no sabemos cómo reaccionar ante ellos.
Son momentos críticos, pero necesarios. Que nos ayudarán a construir una identidad mucho más fuerte.
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